En el país con mayores reservas de petróleo del planeta reponer combustible es un hecho azaroso. No basta con tener auto y necesidad de desplazarse, hay además que inscribirse en la plataforma Patria y de esa forma poder participar en el sorteo que indicará, si sale su numerito, dónde y cuándo el compatriota beneficiado podrá surtir su automóvil o motocicleta. Se paga en dólares o en bolívares. El régimen sabe convivir con el billete verde imperial. Es más, le gusta.
La idea del bingo gasolinero se le ocurrió al gobernador de Mérida, que tiene nombre de pelotero, Jehyson, y se apellida Guzmán, y quien ha ido ascendiendo «en las granjas» de la revolución: desde secretario de cultura de la juventud del MVR, un movimiento ya tan extinguido como sus ideas; luego, vicepresidente de la fundación Bolívar Vuelve, parece que junto a Cristo; unas pasantías ministeriales, algunas horas de profesor (¿o será alumno?) en el Servicio de Inteligencia Bolivariano, hasta ocupar el máximo cargo en el estado Mérida. Como coronar una de esas montañas que rodean la capital andina.
Guzmán gobierna al estilo revolucionario. Viste ropa que asemeja la de un mando militar, se expresa en lenguaje cuartelario –»estado mayor de combustible”– y luego monta una escena donde un hombre frente a una laptop toma nota de los números que una señora extrae de un biombo que parece de juguete. Todo en vivo por las redes sociales. Un acto de gobierno que consume durante horas la atención de media docena de funcionarios. En cualquier parte del mundo ir a poner gasolina es una aburrida tarea cotidiana.
No hay combustible, pero hay conexión por las redes. Falta la gasolina, pero no el compromiso “revolucionario”. Como el título de aquella vieja y recordada película: el show debe continuar.
Ante el panorama de escasez, el régimen es generoso en ministerios: 35, 14 de ellos dirigidos por militares en ejercicio o en situación de retiro. Uno de ellos vacante, la vicepresidencia sectorial de economía, que ocupaba el «nunca más visto» Tareck el Aissami. Delcy Rodríguez tiene tiempo para ser vicepresidenta y a la vez coordinar el consejo de ministros y dirigir el ministerio de economía, finanzas y comercio exterior. Delcy es abogada.
Mientras Jehyson Guzmán se entretiene con el azar y surte de incertidumbre a los merideños, vemos a compatriotas funcionarios atender despachos de difícil comprensión: ministerio para el ecosocialismo, otro para el socialismo pero en lo social y territorial –el real, pues–, otro para la soberanía política, seguridad y paz, que seguramente tendrá sus vínculos con el que mientan nueva frontera de paz. Hay también un tinglado de comunas y movimientos sociales y otro para los pueblos indígenas, a los que nunca han podido sacar de la indigencia.
Organizada así o parecido la nomenclatura oficial, además comandada por Nicolás Maduro, es de sabios como Jehyson Guzmán encomendarse al azar. Los expertos oficiales de la economía y el petróleo solo han producido miseria. Sortear un lugar en la fila para echar gasolina es una hazaña en el país con las mayores reservas de crudo del mundo.
Editorial de El Nacional