Los empresarios colombianos y los venezolanos están esperando con ansias la llegada del 8 de agosto, porque el presidente electo, Gustavo Petro, y Nicolás Maduro prometieron que ese día abrirán definitivamente el paso fronterizo entre los dos países. Esto significa que el intercambio comercial va a comenzar a fluir nuevamente y algunos auguran que llegará a 1.200 millones de dólares para finales de año. Pero ¿es así de fácil?
Lo que esperan comerciantes, industriales y empresarios es que el paso legal sea retomado de manera inmediata. Maduro fue el que lo cerró en 2015 y desde entonces una de las fronteras más vivas del continente no ha parado su intercambio, pero ni qué decir a qué costo. Proliferaron toda clase de delitos, siendo al final los necesitados del cruce las principales víctimas.
Los 2.219 kilómetros de frontera con Colombia han servido para el contrabando de gasolina, productos, medicinas y, por supuesto, droga. Para esos fines han sido empleadas las trochas por años. Pero desde que Maduro tomó la insólita medida de cerrar el paso, también se han utilizado para el cruce y la trata de personas. No se puede decir entonces que el intercambio de dinero se detuvo durante estos 7 años, sino que los que han hecho verdadero negocio han sido los delincuentes, con apoyo de algunos poderosos.
Y lamentablemente, en lo que respecta a Venezuela, entre los que se han beneficiado también están guardias nacionales, como lo han denunciado las víctimas en innumerables ocasiones. Un grave problema al que hace rato han debido ponerle coto.
Aun cuando se ha dicho mucho sobre las simpatías de Petro por grupos que operan en la zona, Colombia seguramente tratará de desmontar todas las transacciones ilegales que se hicieron comunes en estos años y el Ejército se encargará de acabar con las trochas, así como el contrabando. Los ojos de su pueblo y de la región entera están sobre las medidas que tome, aunque haya advertido que es un proceso complejo. Lo lógico es que la contraparte venezolana haga lo mismo, sin importar quién maneje los negocios y lo que se comercia ilegalmente. Esperemos que así se haga.
Lo positivo es que ya nadie estará a merced de un grupo de delincuentes que saca hasta el último dólar a la gente para permitirles el paso por el río Táchira, con todos los riesgos que esto implica. Además, el comercio volverá a reactivarse, así como la producción (del lado colombiano, sobre todo), lo que beneficiará directamente a los que suelen cruzar la frontera para trabajar.
Este será un proceso complicado, que llevará tiempo para regresar a cierta normalidad. Pero lo deseable es que pueda de verdad reinar la ley y la paz en la frontera, por el bien de los pueblos hermanos.
Editorial de El Nacional