No hay una obra que simbolice más los años de democracia y de lo que fueron capaces los venezolanos que el Metro de Caracas. Con muchos años de planificación, comenzó a diseñarse la obra durante la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez (Acción Democrática) y la inauguró bastante tiempo después Luis Herrera Campins (Copei). Será por eso que el gobierno chavista se ha empeñado en destruirlo por completo.
Con la inauguración de este sistema masivo de transporte, con tecnología de primera, planificación y ejecución impecable, muchas cosas cambiaron en la ciudad capital. Pero, sobre todo, la seriedad con la que los gerentes se tomaron la prestación de servicio y el trabajo de comunicación que se realizó llevaron a que su influencia fuera más allá de aliviar las congestiones del tránsito. Incluso se experimentó, se analizó y hasta fue objeto de estudio la “cultura Metro”.
Mucho se decía que los usuarios se comportaban de una manera diferente en el subterráneo, pero no era más que la reacción ante un servicio que se les prestaba con los más altos estándares de calidad. Se sentían orgullosos de su funcionamiento, de su seguridad, de su limpieza y así querían conservarlo, presumían de él.
Pero llegó Hugo Chávez y como todo en el país, comenzó a deteriorarse. Al asumir la dirección de la empresa, congelar el pasaje, olvidarse del mantenimiento y seguramente maltratar a los empleados, se perdió lo que antes era un tesoro para los venezolanos. Como siempre, hablan del pueblo pero no saben tratarlo con respeto.
No olvidemos que Nicolás Maduro viene de las filas del Metro, pero está claro que no le duele en absoluto. Su gobierno se desentendió del servicio como ha hecho de todo aquello que requería inversiones para continuar operando con estándares de excelencia, como es el caso de la industria petrolera y de las universidades. Cada vez son más frecuentes los incidentes en el sistema de transporte, una falla técnica o una peligrosa explosión como la que ocurrió a comienzos de esta semana entre Petare y Palo Verde, estaciones de la primera línea que se inauguró en 1983.
Hasta ahora no ha ocurrido una gran tragedia, pero no hay que esperar a que suceda. Los mismos trabajadores han venido alertando sobre la situación. Y es que, a pesar de todo, los caraqueños se arriesgan a usar el Metro porque el resto del transporte público tampoco funciona de manera eficiente en la capital Al ciudadano de a pie, como dice el refrán, si no lo agarra el chingo, lo agarra el sin nariz.
Ahora la recién electa alcaldesa Carmen Meléndez asegura que, por mandato de Maduro, intentará aumentar la operatividad y mejorar la calidad del servicio del subterráneo. «El plan Gran Caracas Bella, Patriota y Segura llegará al sistema Metro de Caracas para mejorar sus espacios y su funcionalidad ”. Vamos a ver si es verdad, porque la falta de inversión en mantenimiento ha sido la bandera de los gobiernos chavistas y eso no tiene nada que ver con sanciones sino con ineficiencia y corrupción. Además de que estos son trabajos mayores, no simples maticas en las aceras.
¿Dinero para los repuestos? ¿Dinero para pagarle a los técnicos e ingenieros que harán las reparaciones? Quién sabe si llegarán esas partidas a su destino. Así como los habitantes de Guarenas y Guatire o los del sureste de Caracas dejaron ya de soñar con la expansión del subterráneo, así mismo toda la población sabe que este gobierno siempre promete y nunca hace.
Por cierto ¿dónde está la topa aquella que tanto le gustaba a Chávez?
Editorial de El Nacional