Si hay un gobierno que ha destruido la industria del turismo es este que comenzó hace más de 20 años. Durante la democracia (léase, antes de que llegara Hugo Chávez) siempre se dijo que esa sería la respuesta para que Venezuela dejara de depender de la renta petrolera.
Y hubiera sido un gran logro si, así como se empeñaron en destruir Pdvsa, paralelamente se hubieran esmerado en mejorar el turismo, pero ni con la “ruta de la empanada” que inventó el difunto hicieron algo.
No hay que buscarle las cinco patas al gato. No se trata de que se puedan identificar a simple vista las acciones que han desarrollado para acabar, por ejemplo, con un destino turístico como Margarita. El sector en general ha sido una víctima más de sus erradas políticas.
Lo que declara Juan Manuel Colmenares, de la Cámara Hotelera de Nueva Esparta, de que empresarios miembros de esta organización se reunieron con funcionarios representantes de la gestión de Maduro para acordar medidas que mantengan operativos sus hospedajes no es el deber ser.
La inversión privada siempre ha sido un motor fundamental del sector turismo y es tarea de un gobierno eficaz diseñar políticas que estimulen su crecimiento sostenido. Lo otro, lo que se busca con este tipo de reuniones, son medidas espasmódicas, pañitos calientes con remedios pasajeros con los que tratan de resolver una crisis que la propia gestión chavista ha creado.
¿Cómo puede mantenerse un hospedaje abierto si los servicios públicos no están garantizados? En la isla no hay agua corriente, es obligatorio contar con una planta de electricidad, que seguramente trabaja con gasoil. Para llegar a los puestos de trabajo hay que usar el transporte público, pero no hay gasolina. No hace falta seguir enumerando las dificultades que enfrentan los empresarios del turismo. Ni que los visitantes fueran venezolanos y asumamos que están acostumbrados a las penurias, es inconcebible ofrecer un alojamiento así.
Pero eso que sucede en Margarita, destino preferido por años por venezolanos y extranjeros, se repite en otros estados de importantes atractivos turísticos como Mérida. Precisamente ahora, golpeado por las lluvias, hasta los que llevan ayuda han tenido que ingeniárselas para llegar hasta las poblaciones afectadas porque las vías están bloqueadas. Instalaciones como el teleférico no funcionan y no hay posadero que pueda con la carga de tener que comprar camiones cisternas o gasoil a precios dolarizados para las plantas eléctricas.
Todo esto hace demasiado difícil el trabajo. Muchos propietarios están acostumbrados a hacer sacrificios para mantener sus hospedajes abiertos, pero llegan a un punto de que se les agotan los recursos porque tampoco hay turistas suficientes.
Esta es una evidencia más de que Maduro y compañía no tienen real interés en la recuperación económica de Venezuela. El turismo es fuente de trabajo y de riqueza, y más en un país de tantas bellezas. Pero, entiéndalo de una vez por todas, sin servicios no hay progreso.
Editorial de El Nacional