El diagnóstico está hecho desde hace tiempo. No ha habido mente preclara o experto en economía que no lo haya advertido. Sin embargo, nadie podía imaginar las dimensiones de la catástrofe económica que ha significado para un país como Venezuela 20 años del peor de los gobiernos.
Lo dijo ayer el economista Jesús Casique en un tweet: en el año 1953 Venezuela tenía un parque industrial en el sector de manufactura de 2.564 empresas. Hugo Chávez recibió en 1999 un total de 11.198 fábricas operativas. Para el año pasado solo quedaban 2.849. Y la cuenta sigue bajando.
Como bien lo dice Casique, esa es la principal característica del famoso socialismo del siglo XXI, la destrucción total de todo el aparato productivo nacional, que incluye, por supuesto, la otrora gigante Petróleos de Venezuela.
Otro economista y experto en hidrocarburos, José Toro Hardy, afirma que Venezuela figura entre los países que ha padecido hiperinflación por un largo período de tiempo, y no duda en calificarla de la peor del mundo. Reconoce que nada queda de lo que fue la principal industria del país. Los números oficiales no aparecen, pero los extraoficiales hablan de una producción muy pobre que no rebasará los 300.000 barriles diarios hasta 2021.
Las refinerías que una vez fueron admiradas por su capacidad ahora son cadáveres insepultos que ni siquiera pueden arrancar. El Palito y Cardón producen muy por debajo de su capacidad cuando logran encenderlas sin que ocurra un accidente.
En medio de este panorama, al mandante no se le ocurre otra solución que una supuesta ley para “protegerse del bloqueo”. Hay que desmontar la mentira e insistir en decirle al mundo y a los venezolanos que el tipo de destrucción económica de la que somos testigos no es producto de ninguna sanción, sino de años de desidia, corrupción y mal manejo de nuestros activos y el ahorcamiento de la producción privada.
Si lo admitió el mismo jefe del régimen al afirmar que para 2013 Pdvsa había disminuido su capacidad productiva en un importante porcentaje es porque el mal viene desde antes. Desde que el comandante muerto con supremo encono despojó a nuestras industrias básicas de todo el recurso humano que las hizo grandes.
Ahora, ¿cómo impediremos que raspen la olla rematando lo que queda para terminar de llenarse los bolsillos? Porque la crisis que golpea mortalmente al venezolano en la actualidad es producto de esta debacle, de esta depresión económica. Sin reactivación no habrá bienestar. Hay que ponerse a ello de inmediato.
Editorial de El Nacional