El desastre de la guerra en Irak representa un enorme peso en el debate sobre Siria en Estados Unidos, y tanto en el plano interno como en el exterior alimenta el escepticismo de que una acción militar pueda cumplir sus objetivos.

«Es el elefante en la sala», dijo Larry Korb, un ex oficial del Pentágono y actual funcionario del Centro por el Progreso de América.

«Si no hubiese habido la guerra en Irak, no habría ahora un debate», dijo, para añadir que la propuesta de ataques a Siria por el uso de armas químicas sería «aprobada abrumadoramente» en el Congreso.

Ahora, sin embargo, el presidente Barack Obama enfrenta una dura resistencia en su campaña para convencer a los legisladores y líderes de otros países a sancionar militarmente al régimen sirio.

El presidente, que se opuso de forma tan elocuente a la guerra en Irak, ahora busca apoyos para ataques a Siria. Obama llegó a reconocer que había «una cierta desconfianza de cualquier acción militar luego de Irak», pero insisten en que esta vez no habrá «botas en el terreno», en referencia al uso de tropas terrestres.

Obama ha sido cuidadoso en defender la calidad de los datos de inteligencia, que mancharon de forma trágica la lógica militar en Irak, pero en este caso las críticas se centran en el efecto de los ataques planeados con misiles y en las posibles consecuencias.

En Washington nadie olvida que el presidente George W. Bush aseguraba que la incursión en Irak sería poco menos que un paseo a precio módico. En cambio, las tropas estadounidenses permanecieron en Irak durante ocho años, en una guerra que sesgó la vida de 4.400 soldados estadounidenses (y un número de desconocido de iraquíes) y costó tres billones de dólares.

«Sospecho que mucho de la oposición al uso de la fuerza ahora se debe al sabor amargo que Irak dejó en la boca de todos», dijo Stephen Biddle, un profesor de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la universidad George Washington.

La experiencia tornó a todos «escépticos con la idea de que uno puede usar un poco de fuerza y resolverlo todo», añadió.

De acuerdo con un sondeo realizado por la cadena CNN, el 59% de los estadounidenses piensa que el Congreso debe rechazar la idea de acción militar sobre Siria, y 69% opinó que no es de interés para el país verse involucrado en otro conflicto.

Esta situación también ha dejado marcas entre aliados de Estados Unidos, y tuvo un impacto espectacular cuando los miembros del Parlamento británico votaron en contra de participar de cualquier ataque con misiles encabezado por Estados Unidos.

En la visión del Primer Ministro británico, David Cameron, parte de la opinión pública «resultó verdaderamente envenenada por el episodio de Irak y precisamos entender ese escepticismo».

Este escenario no se vio favorecido por las declaraciones del jefe del Estado Conjunto de las Fuerzas Armadas, el general Martin Dempsey, quien defendió la realización de ataques «limitados» contra Siria pero alertó: «Una vez que iniciamos una acción, debemos estar preparados para lo que viene después. Una participación más profunda es difícil de evitar».

Por estas razones, comentaristas han hecho ya referencias al «fantasma» de la guerra de Irak y al «peso» del legado del ex presidente Bush.

Timothy Egan, del New York Times, escribió que Bush «dio a cada líder mundial y a cada miembro del Congreso una razón para mantener atados a los perros de la guerra».

«Una nación cansada de guerra y que puede desviar la mirada ante niños muertos por armas químicas -o que puede dudar que eso haya ocurrido- es otra fruta envenenada de los años de Bush», añadió.

Fuente: Agencias