En cuanto a pérdidas materiales, las imágenes hablan por sí mismas de su magnitud, con gran número de familias que han perdido su vivienda y bienes y enseres de primera necesidad.
La tragedia de la DANA exigirá aclarar aspectos que están sometidos ahora a debate público y político, entre otros, los relativos a las alertas y avisos comunicados a la población para prevenir la tragedia.
Pero ahora, lo que debe predominar es la unidad y coordinación de las diferentes administraciones para optimizar la obtención y gestión de todos los recursos posibles y necesarios para aminorar las consecuencias padecidas por las víctimas, humanas y materiales.
Cuando escribimos estas líneas la cifra de fallecidos se eleva a 158, y todavía se cuentan numerosos desaparecidos, lo que confirma el nivel muy elevado de la tragedia. En cuanto a pérdidas materiales, las imágenes hablan por sí mismas de su magnitud, con gran número de familias que han perdido su vivienda y bienes y enseres de primera necesidad.
Las comunicaciones, con puentes destruidos, autopistas, carreteras y caminos anegados, y líneas ferroviarias fuera de servicio, requieren de importantes inversiones. Es destacable la cantidad de coches que las riadas han desplazado con una fuerza extraordinaria, quedando inutilizados.
Como no podía faltar, ya han salido los profetas de la «religión climática», encabezados por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, atribuyendo al «cambio climático» esta desgracia.
El dogma ya está declarado: esta DANA y otras inundaciones padecidas en otros países, son consecuencia del «cambio climático».
Los presuntos expertos en la materia están repitiendo ese guion oficial lo que obliga a plantear algunas preguntas al respecto.
Por ejemplo, si eso fuera así: ¿cómo habrá que interpretar las riadas del Turia de 1957? ¿O las inundaciones del Vallés de Barcelona de 1962?, por aludir a las dos mayores de los últimos años.
¿Cómo es que sin «cambio climático» (todavía), se produjeron ya entonces aquellas inundaciones?
Si la de 1957 en Valencia fue más grave en sus consecuencias que la actual, sin duda fue porque Franco –«con perdón»– puso en marcha el «Plan Sur» que desvió el cauce del Turia en la ciudad, lo que ha evitado que en la ciudad ahora se hayan producido más víctimas.
Por cierto, los saqueos en tiendas y comercios están creando problemas de desabastecimiento de alimentos y bienes de primera necesidad.
No es preciso remontarse al «diluvio universal» para acreditar que el clima no es precisamente una constante desde el «big bang», y que la serie histórica registrada de inundaciones del Turia, supera la veintena.
Lo que confirma que el clima es variable desde que el planeta Tierra existe, es decir que el cambio es connatural al clima. Menos profetas climáticos y más eficacia para prevenir y ayudar a las víctimas.
Jorge Fernández Díaz
La Razón