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La convención del Partido Demócrata

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La convención del Partido Demócrata


No resulta fácil evaluar el desarrollo y resultados de la convención del Partido Demócrata estadounidense, celebrada la pasada semana. De un lado, y por primera vez, fue un encuentro virtual, no presencial. De otro lado, la saturación de cobertura televisiva y por otros medios de un episodio virtual contribuyó, a nuestro parecer, a que no surgiese un mensaje claro del evento. No fue esta, sin embargo, la única causa de cierta sensación de vacío, de algo un tanto desinflado, vinculada a ese encuentro. El discurso final del proclamado candidato, Joe Biden, que en principio debió articular una visión contundente hacia adelante, a nuestro modo de ver no lo logró.

 

 

Ahora toca el turno a los republicanos y veremos qué pasa.

 

 

Lo cierto es que las audiencias de televisión que siguieron la reunión de los demócratas dejaron mucho que desear, y según entendemos apenas alcanzaron la mitad, o solo un poco más, de las logradas en 2016 con relación al encuentro que proclamó a Hillary Clinton. Cabe preguntarse, ¿se debió este resultado al formato virtual, o al quizás débil entusiasmo que suscitan las candidaturas de Biden y su compañera de campaña, la senadora de California Kamala Harris?

 

 

Conviene recordar que la señora Harris no ganó una sola de las primarias del partido, viéndose forzada a retirar tempranamente su candidatura a la nominación presidencial. Su selección por parte de Biden, al menos en buena medida, se debe a la promesa que en su momento hiciese el ahora candidato presidencial de que llevaría en el “ticket”, como candidata a la Vicepresidencia, a una mujer de color.

 

 

En cuanto a Joe Biden, tampoco ganó una sola primaria hasta que la maquinaria del partido, enfrentada a la real probabilidad del triunfo de un radical sin matices como Bernie Sanders, se volcó en pleno para cerrar a este último el camino. Fue esa la única razón, a decir verdad, por la que Biden es hoy el abanderado de su tolda. Como bien sabemos en Venezuela, las candidaturas de maquinaria son, en general, productos enlatados, carentes de la frescura que suscita un fervor genuino, un compromiso efectivo, una incansable voluntad de sacrificio por parte de la gente.

 

 

En todo caso, lo que más nos sorprendió del encuentro demócrata fue la ausencia de un mensaje realmente definido y contundente, un mensaje que responda de manera sencilla y a la vez persuasiva a la pregunta: ¿dónde quieren llevar a Estados Unidos? Aparte de repetir un millón de veces “no somos Trump”, y de intentar resucitar el recuerdo nostálgico de los tiempos de Obama, la convención demócrata careció de prioridades firmes en el plano de las propuestas. Quedó en evidencia que ese partido ha sucumbido a todos los clichés impuestos por la ideología “progre”, predominante en los medios de comunicación, las universidades, las corporaciones tecnológicas del valle del silicio, la burocracia en Washington, Hollywood y sus locuaces celebridades. El discurso de clausura de Biden, dicho ello sin ánimo de irrespetarle, no sonó como un planteamiento político sino como una especie de pronunciamiento metafísico o sermón religioso, convocando al electorado a mirar el futuro como una lucha entre las fuerzas de la luz y de las tinieblas. Muy extraño todo esto.

 

 

En otras palabras, los grandes temas de la recuperación económica, la creciente inseguridad en las calles, las protestas violentas de la izquierda, los propios llamados de sectores radicales y miembros del partido a acabar con las policías, la creación de empleo y la renovación de una senda de prosperidad, entre otros, fueron más bien evitados, esquivados o silenciados, y en su lugar se colocó el énfasis en los temas raciales, de género, climático y relacionados, que a no dudarlo son importantes pero que tal vez no ocupan ahora el centro de atención de las mayorías.

 

 

Desde luego, mucho se habló acerca del covid-19 y la pandemia, con el propósito de culpar a Trump del asunto, pero no estamos seguros de que esta línea de ataque tenga la eficacia que por lo visto algunos estrategas demócratas la atribuyen.

 

 

En síntesis, Biden y sus asesores podrían estar repitiendo el error que ya cometió Hillary Clinton, es decir, el error de creer que basta con proclamar “yo no soy Trump” para obtener la victoria. No pensamos que esta fórmula funcione, tampoco esta vez. Hay que estructurar conceptualmente un rumbo alternativo, argumentar a su favor y convencer.

 

 

En tal sentido, ignoramos si el Partido Demócrata y sus candidatos consideran que ya tienen la venidera elección en el bolsillo. De ser así, estarían cometiendo un grave error. Los demócratas tienen a su favor el respaldo de la mayoría abrumadora de los medios de comunicación del país. Ello tiene sus ventajas y sus desventajas. Entre las últimas se cuenta el peligro de encerrarse en un espacio cerrado, en el que solo se escucha el eco que hace nuestra propia voz a expensas de inmensos ámbitos situados más allá. Este fenómeno se hizo patente en 2016.

 

 

En toda la medida de nuestras posibilidades, haciendo un cuidadoso seguimiento de la política estadounidense y analizando con serenidad el actual proceso electoral, afirmamos hoy esto: Trump no está derrotado y puede ser reelecto.  Joe Biden y quienes le apoyan deberían tenerlo claro.

 

Editorial de El Nacional

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