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La cepa de Brasil y sin agua

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La cepa de Brasil y sin agua




 
 
 
Hace ya un año, cuando se declaró la pandemia por el covid-19, comenzó una campaña que en el mundo entero puede sonar normal pero que en Venezuela es casi imposible de cumplir: lavarse las manos por 30 segundos. Así será de grave la situación con la nueva cepa que viene de Brasil que el jefe del régimen tuvo que admitirlo. Pero que no cuente con que los venezolanos van a poder aplicar la primera medida para salvarse de este contagio, porque agua no hay.

 

 

No lo dice este medio de comunicación sino el Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos. Solo 25% de los venezolanos cuenta con agua potable. Tanto que se llena la boca el régimen con la afirmación de que el comandante muerto desterró la pobreza de Venezuela, pero no se acuerdan Maduro y compañía de que la propia ONU ha determinado que el acceso al agua potable y al saneamiento son derechos humanos en sí mismos y también indicadores de las condiciones de vida de una población.

 

 

Si es así, los venezolanos son cada vez más pobres. Tienen años padeciendo este problema, pero son los años de manejo rojito de los recursos y de las instalaciones que fueron desarrolladas durante la era democrática del país. Si dejaron morir la gallina de los huevos de oro que era Pdvsa, qué queda para la red hidrográfica que surtía agua a los habitantes. Porque el Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos lo registra también: 89,7% de la población tiene su vivienda conectada al sistema de tuberías, el problema es que están secas.

 

 

¿Cómo luchar contra la pandemia si nadie puede llegar a su casa a bañarse? Como mucho alcanzará a medio lavarse las manos y ni siquiera podrá lavar la ropa. ¿Cuántos tienen recursos para invertir en gel alcoholado u otros desinfectantes que pueden sustituir el agua y el jabón?

 

 

La irresponsabilidad del régimen y su afán de acabar con las condiciones de vida del venezolano irrespetando sus derechos más elementales son la principal amenaza para la supervivencia en este país. Ya es un recuerdo borroso abrir un grifo y que salga agua de inmediato. De este mal sufren todos, pero principalmente los que tienen poco porque no pueden pagar camiones cisternas para llenar los tanques.

 

 

Pero este problema pareciera que no está en la agenda de nadie, mucho menos de los que quieren mantenerse en el poder a costa de lo que sea, a quienes no les falta lo más mínimo. Con la parranda de la cuarentena radical y la flexible, lo que queda es extremar las medidas para no contagiarse y rezar porque a pesar de no poder lavarse las manos el virus no nos siga a casa.

 

Editorial de El Nacional

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