Fue bautizada como Santiago de León de Caracas y su nombre figura en los textos de historia de Latinoamérica porque este asentamiento albergó acontecimientos dignos de recordar. De lo que fue, la sucursal del cielo, el valle hermoso con el cerro Ávila a sus pies, la puerta de entrada al vasto subcontinente americano, el norte del sur, ahora no queda sino precisamente lo que han escrito los historiadores.
Hoy, Caracas cumple 455 años de fundada, a menos que el gobierno chavista decida cambiar la fecha en la que fue declarada como poblamiento, porque se han empeñado en cambiarle la identidad desde que llegaron hace más de 20 años al poder. Tiene ahora nuevo escudo y nueva bandera. Ya el león orgulloso parado en dos patas con el escudo y la espada de Santiago de León fue eliminado.
Pero está muy bien que hayan hecho eso, porque los 20 años que tienen manejando la capital del país han incidido directamente en su aspecto general y particular. Ya no es aquella ciudad orgullosa, envidia de los demás países latinos que veían en sus grandes sistemas de vías de comunicación el signo del progreso y del derroche. Grandes edificios, insignias de marcas famosas, teatros y museos, centros comerciales ultramodernos, sistemas de transporte de primer mundo (el Metro de Caracas) y hasta un teleférico. Todo eso sí que es historia.
Tenía que cambiar de bandera y de símbolos, pues ahora lo que hay son muros pintados con dudoso talento, colorinches que se reparten por todos lados, monumentos de cabras y pirámides, además de un esperpento que pretende ser la representación de un indio en la autopista que orgullosamente llevaba el nombre del mestizo Francisco Fajardo y que ahora se llama Guaicaipuro; el pobre cacique no se merece este insulto.
Y si se mira con más detenimiento, esta ciudad otrora orgullosa, fresca, hermosa, ahora está sucia, con calles y avenidas llenas de huecos pero con los brocales recién pintados, evidencia de que la prioridad del gobierno local y de los ministerios es lo superficial y no atender las necesidades reales. Caracas figura desde 2019 como una de las primeras ciudades más inseguras del continente, en donde pulula la pobreza, con niños y jóvenes comiendo de la basura o “pescando” en el río más contaminado alguna cosa para vender. Es una pobre ciudad que no cuenta ni con transporte público, pues el Metro fue destruido por completo.
La alcaldesa Carmen Meléndez anunció para esta ocasión muchas actividades para los caraqueños. Entre otras cosas, el “Plan Gran Caracas Patriota, Bella y Segura”, que supuestamente ya va por su tercera fase y cuyos resultados no se ven por ningún lado. Por supuesto que han remozado la llamada Cuadra de Bolívar, su casa y alrededores, que ahora están llenos de locales “gourmet” para los turistas (al estilo cubano). Pero nada de eso llega al fondo de las necesidades de la ciudad y de sus habitantes.
No se trata de planes esporádicos ni de brochazos de pintura. Caracas merece mantenimiento continuo, seguridad y limpieza. Que los servicios funcionen para el comercio y para sus habitantes, que se recoja la basura oportunamente, que calles y autopistas estén en perfectas condiciones. Lo que necesita la capital es cariño y no solo el día de su cumpleaños.
Editorial de El Nacional