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La Academia de Ciencias tenía razón

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La Academia de Ciencias tenía razón


 
 Cuando la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales publicó un informe con las proyecciones sobre la transmisión del coronavirus en Venezuela, mucha gente se alarmó porque le parecían cifras a las que era casi imposible llegar. Era mayo. El régimen de Nicolás Maduro no solo escondía datos, también hacía muy pocas pruebas PCR para descartar el virus, debido a la centralización en el Instituto Nacional de Higiene, lo que incidió en los resultados.

 

 

Delcy Rodríguez se ufanaba, asimismo, de que Venezuela tenía la menor tasa de contagios del continente. Lo que no decía, siempre tienen que ocultar algo, era lo de los subregistros de casos sintómaticos, cuestión sobre la que alertó la Academia de Ciencias en su informe, que, por cierto, fue muy mal visto por los altos personeros del chavismo.

 

 

La Academia de Ciencias advirtió, cual pitonisa, que entre junio y septiembre podrían estarse reportando entre 1.000 y 4.000 casos. “En Venezuela, el desarrollo de la epidemia ha experimentado un retardo como consecuencia del confinamiento de la población en las fases iniciales del contagio. Sin embargo, no parece factible que la epidemia detenga su avance”, señaló.

 

 

“La única intención nuestra es ayudar. Nosotros, en ese sentido, no queríamos ni alarmar a la gente, ni crear caos ni polémica”, dijo en una entrevista Mireya Goldwasser, la presidenta de la institución.

 

 

Desde mayo hasta la fecha la pandemia cogió su cauce. En julio se han duplicado las cifras. De 6.000 casos al iniciar el mes ya se sobrepasaron los 12.000 contagios, aunque todavía los datos oficiales parecen quedarse cortos ante la magnitud de la realidad que no se ve. A diario se reportan casi 500 casos, pero eso no parece que vaya a tardar mucho en incrementarse, dada la situación que se vive especialmente en Distrito Capital, Miranda, Zulia, Sucre, Monagas y Carabobo, donde los focos de infección aparecen como por arte de magia.

 

 

Qué distinto habría sido todo si el régimen en vez de arremeter contra la Academia de Ciencias, se hubiese sentado a conversar para analizar sus recomendaciones y ver de qué manera mejoraba la atención a la población. Si hubiese convocado a los mejores médicos y especialistas en la materia, en lugar de creer que se las saben todas. Pero eso no fue posible. Se creyó invencible y hoy todos pagamos sus errores, lo que no es nuevo.

 

 

La Academia de Ciencias tenía razón. Nuestros científicos, quedó evidenciado, son de primera, igual que todo el personal de salud que atiende esta emergencia. Lástima que quienes gobiernan sean tan ineptos y prepotentes. Así nada bueno se puede avizorar.

 

 

Editorial de El Nacional

 

 


 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 



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