Kate Winslet no debería sorprenderse con el encanto del Prix de Diane Longines, la carrera de caballos más chic de Francia. Tampoco tendría que estar asombrada con el maravilloso entorno de este premio, que tiene como telón de fondo el castillo de Chantilly, antiguo hogar de los Borbones franceses. Después de todo, la actriz de 38 años nació y se crió en el condado inglés de Berkshire, cuna de las carreras de Ascot. Pero Chantilly, ciudad principesca y capital del caballo, tiene ese «no sé qué». Y Winslet lo sabe.
«Esto es maravilloso, es único», dice la actriz mientras recorre el Dominio de Chantilly en su papel de embajadora de la elegancia de la firma de relojes Longines. Winslet dio a luz a su tercer hijo hace solo seis meses, pero cree que ya es hora de volver al trabajo. Por eso ha accedido a entregar este fin de semana los Longines Ladies Awards, unos premios que honran a mujeres que triunfan en el mundo ecuestre. «Es fundamental que tengamos más modelos como vosotras», ha dicho a las ganadoras, entre las que se encontraban la actriz Bo Derek, una apasionada de los caballos, o Criquette Head-Maarek, la mejor entrenadora de purasangres del mundo.
La misma Winslet es fuente de inspiración para muchas cuando dice cosas como «envejecer es excitante». «Sí, me entusiasma la idea de hacerme mayor. Cuando tienes veinte años te preocupas por encajar y agradar. Esa edad fue muy dura para mí porque estuve bajo escrutinio. Ahora que estoy en mis treinta toda esa incertidumbre se ha evaporado. Por eso me gusta la idea de envejecer. Ojalá que le sirva a otras mujeres», explica la actriz. «Realmente siento que estoy en mi plenitud y eso se lo debo a mis hijos. Soy muy afortunada», añade.
El padre de su tercer hijo es Ned Rocknroll, sobrino del multimillonario Richard Branson (tiene otros dos de sus anteriores maridos). «Nadie sabe nada sobre mi marido precisamente porque no hablo de él», aclara. Ambos se ocupan de las tareas del hogar. Y, ¿cómo hace para cumplir las exigencias del guión de «madre, esposa y actriz perfecta»? «Si tuviera una fórmula mágica te la diría. Pero no la tengo. Hace poco mi hijo Joe me dijo: ‘«Mamá, haces muchas cosas’». Entonces le pregunté: ‘«¿Y qué crees que hago?’» Y respondió: ‘«Me tienes a mí, tienes a Mia y al bebé, y tienes que pensar en qué vamos a comer cada día, qué tenemos que llevar al colegio y además tienes tu trabajo’». Tenía una lista. Y me emocioné. Es la primera vez que mi hijo se da cuenta de todo lo que hago. Pero admiro a esas madres que trabajan de lunes a viernes. Yo soy una bendecida. Mi vida es muy fácil», reconoce sin complejos.
Normalidad y simplicidad son sus mantras. «No leo nada de lo que se escribe sobre mí, tampoco veo televisión. Lo siento, pero no leeré esta entrevista (risas). No permito que entren periódicos ni revistas en mi casa. No uso Internet, no tengo Twitter ni Facebook. Vivo una vida amorosa y normal», explica. ¿Y por qué esa manía? «Porque gran parte de lo que se dice de mí en la prensa son críticas y juicios y eso es como estar sufriendo acoso escolar. Yo ya sufrí bullying en el colegio, ¿por qué iba a querer volver a eso?».
Y como buena aspirante a diva «ordinaria» (si es que existe alguna), admite que no le gusta correr riesgos. «Los corro cada vez que interpreto un nuevo papel. Pero en mi vida privada no me gustan los riesgos», dice. «Me gusta hacer kite surf, y el año pasado hice parapente en una montaña, pero nada muy extremo. No soy de esa gente adicta a la adrenalina», concluye. «Como dije, quiero ser normal».
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