Ayer comentábamos con gracia y humor el tema de la FANB. Si bien en alguno de los párrafos suscitaba risas, no menos cierto es que también nos producía un profundo dolor y una gran lástima. No fue fácil escribir ese editorial por el gran respeto que la Fuerza Armada siempre ha generado entre la población civil, incluyendo a los periodistas y los medios de comunicación.
Pero a estas alturas del desgobierno bolivariano no se puede ocultar que su imagen como institución se ha venido abajo con la misma fuerza que los precios del petróleo. Si bien es verdad que los militares han atentado repetidas veces contra los regímenes democráticos, no menos cierto es que, gracias a ellos y a su unión con los sectores sociales políticamente saludables, se han podido enmendar esos errores históricos y recobrar nuestras libertades conculcadas violentamente por un grupo de generalotes ineptos y egoístas.
En un gobierno democrático las críticas sensatas y ponderadas a las fuerzas armadas no pueden ser objeto de amenazas y condenas a priori. Hay que estar muy claro en esto: a las fuerzas armadas se les quiere pero no se les puede tolerar que actúen fuera del marco de la ley y mucho menos que desprecien los poderes democráticos.
Por ejemplo ¿qué los lleva a darle apoyo a una arbitraria “emergencia económica” y un abusivo “estado de excepción” que podría degenerar en un todavía más incomprensible estado de conmoción interna? ¿Para qué ordenar una insólita movilización de la Fuerza Armada Nacional, de las bandas de sin oficio que integran el voluntariado de milicianos panzones, de los cuerpos policiales a fin de amedrentar a una hastiada ciudadanía que ya no se cala más las iniquidades de la pandilla roja rojita?
Medio millón de efectivos dicen haber movilizado a escala nacional. Que si son todos como Ricardo Sánchez, ya verá usted que no se le puede temer a ese coco, pues, llegado el momento de la verdad, es posible que pongan pies en polvorosa. Pero, aun así, Maduro ensancha el buche, sacude las plumas y agita el puño de las amenazas.
Esa demostración de fuerza –Ejercicio Independencia II-2016– le costó al país, como lo dijimos ayer y lo repetimos hoy, 26 millones de dólares, de acuerdo con los cálculos de los generales retirados Miguel Aparicio Ramírez y Gonzalo García Ordóñez, así como del almirante, igualmente en retiro, Jesús Briceño García, quienes, aunque saben de eso y mucho, podrían haberse quedado cortos. Una fortuna milmillonaria en devaluados bolívares, cuyo despilfarro es una bofetada para los enfermos que no consiguen medicinas y las madres angustiadas que no encuentran pañales o leche para sus críos.
Para el diario español ABC, las maniobras de la FANB responden a que el gobierno se siente “acorralado por una crisis económica”; y, por eso, recurre a una “amenaza golpista orquestada por la oposición y apoyada por países extranjeros”. Todos saben que el gobierno está jugando peligrosamente a la candelita de la dilación… y se va a quemar.
Editorial de El Nacional