Juego peligroso 

 

En el complejo entramado de la política venezolana, la reelección presidencial de Nicolás Maduro teje un camino peligroso lleno de implicaciones tanto nacionales como internacionales. Fundamental en esta estrategia son tres pilares: el control social, la fragmentación de la oposición y un resurgimiento del nacionalismo, un tema que desarrolló esta semana nuestro columnista Antonio de la Cruz.

 

 

El régimen de Maduro ha usado desde hace tiempo el poder de los instrumentos económicos para influir en -¿o manipular?- la opinión pública. La necesidad de reconectar con las clases populares mediante la ayuda financiera, bien sea a través de las bolsas CLAP -cada vez con menos productos y de peor calidad- o la asignación de bonos del sistema Patria, es crítica.

 

 

El enfoque es una espada de doble filo. Se puede apaciguar el descontento popular, avivado por una inflación desenfrenada y salarios míseros, pero el venezolano sabe que continúan los males económicos sistémicos que afligen al país. La dependencia de las exportaciones de petróleo, especialmente a Europa y Estados Unidos, sigue siendo una base inestable, dada la volatilidad de los mercados petroleros globales y la naturaleza de las relaciones diplomáticas, en particular en lo que respecta a las sanciones estadounidenses. Y si a esto añadimos que hay una amenaza de Estados Unidos de retomar las sanciones si el régimen no cumple antes del 30 de noviembre lo acordado en Barbados, el escenario es más inestable aún.

 

 

La segunda estrategia de Maduro apela al nacionalismo, una táctica que es tan efectiva como arriesgada. El foco está en la disputa territorial del Esequibo con Guyana. La postura de la Comunidad del Caribe (Caricom) y los intereses de actores internacionales como China y Brasil en la región destacan las complejas dinámicas geopolíticas en juego. Estas acciones indican un cambio en el equilibrio regional que Venezuela podría no estar equipada para navegar con éxito.

 

 

La tercera es la fragmentación de la oposición, que se está impulsando al máximo a medida que se acercan las elecciones de 2024. Los estrategas de Maduro buscan debilitar la posición de figuras clave de la oposición como María Corina Machado, utilizando tanto mecanismos de control social como la retórica nacionalista. Sin embargo, esta estrategia podría ser contraproducente, dada la creciente demanda popular de cambio: un abrumador 80% de los venezolanos ansía una nueva dirección política.

 

 

Venezuela se encuentra en un punto crítico. La situación es muy volátil.

 

 

A medida que Maduro intenta navegar estos desafíos, las decisiones que tome no solo darán forma a la dinámica de la política interna, sino también a su posición internacional. El camino que actualmente recorre, una mezcla de manipulación económica, postura nacionalista y supresión política, puede ofrecer ganancias inmediatas, pero está lleno de peligros a largo plazo.

 

 

Maduro y su séquito no pueden anteponer su deseo de permanecer en el poder a costa incluso de la seguridad nacional. Se están extralimitando y las consecuencias pueden ser dramáticas. La búsqueda de soluciones democráticas y el respeto al derecho internacional deben ser primordiales. La historia ha demostrado, una y otra vez, que el autoritarismo-nacionalismo, por muy astutamente ejecutado que sea, es en última instancia insostenible.

 

 

Editorial de El Nacional

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