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José Gregorio Hernández, un ilustre venezolano

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José Gregorio Hernández, un ilustre venezolano

Hoy se cumple un año más de la muerte de este ilustre venezolano que cautivó al país no solo con su vocación por la ciencia, la medicina y ayudar a los más necesitados, sino también con su ferviente apego a la religión católica. Han pasado 95 años desde su muerte y aún es considerado como la figura más resaltante del siglo XX venezolano.

 

El día de su muerte ocurrieron tres eventos muy importantes para el galeno. Cumplía 31 años de haber recibido el título de Doctor en Medicina de la Universidad Central de Venezuela, era la fecha de San Pedro y San Pablo y al día previo se había firmado el Tratado de Versalles que ponía fin oficialmente a la Gran Guerra.

 

Como era su costumbre se despertó temprano en la madrugada, rezó sus oraciones, tomó un baño y salió camino a la iglesia de La Pastora para cumplir con su fe católica. De regreso a su casa comenzó la visita domiciliaria a sus pacientes que vivían en los alrededores.

 

Ya en su morada desayunó, y sin tardarse mucho volvió a salir. Atendió a más enfermos y luego de una hora se dirigió a la iglesia de Santa Capilla para visitar al Santísimo Sacramento, oró como siempre solía hacerlo. Cuando llegó a su casa degustó la que sería su última comida. Sopa, legumbres, arroz y carne.

 

Mientras reposaba en su mecedora alguien tocó la puerta de su vivienda y trajo la noticia de que una mujer mayor que vivía cerca solicitaba con urgencia sus servicios. No tardó en arreglarse para irse. Examinó a la fémina, la diagnosticó y se dirigió a la botica, una farmacia, para comprar los medicamentos que le había indicado a su paciente.

 

La esquina de Amadores fue testigo de una tragedia nacional que conmovió a todos los venezolanos. José Gregorio Hernández tenía 55 años el día que un vehículo Hudson Essex modelo 1918, conducido por Fernando Bustamante, lo atropelló de lado con el guardafango.

 

El galeno perdió el equilibrio y luego de retroceder unos pasos, cayó y se golpeó la nuca con el filo de la acera, ocasionando su muerte.

 

Actualmente sus restos reposan en la iglesia parroquial de La Candelaria ubicada en el centro de la ciudad de Caracas. Después de estar por mucho tiempo en el Cementerio General del Sur, a donde fue trasladado en su féretro a hombros de caraqueños anónimos que se negaron a permitir que su “venerable” viajara en carro hasta el camposanto.

 

Fuente: GV

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