El jefe del movimiento terrorista Hezbollah, Seyed Hassan Nasralá, hizo estas declaraciones tras el ataque a una de sus bases en Beirut, Líbano, en el que murieron unos 20 de sus hombres.
«Estos asesinos no tienen religión. Su único intento es matar y no hacen diferencias entre grupos religiosos distintos», afirmó. Ofuscado, prometió venganza: «Responderemos a cada bomba duplicando el número de nuestros combatientes en Siria».
El Hezbollah, que cuenta con el apoyo de Irán, lucha junto al régimen de Bashar al Assad contra los rebeldes. La participación de las tropas de élite del Hezbollah en la guerra en Siria permitió al régimen de Damasco tomar, a principios de junio, la ciudad estratégica de Quseir, cerca de la frontera libanesa, que llevaba un año en poder de los rebeldes.
Ese apoyo al régimen de Damasco –más la determinación de Nasrala de, incluso, ir él mismo a combatir- ya comienza a asfixiar al grupo terrorista. Muchos libaneses ven el apoyo del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, a Assad contra la insurgencia dominada por mayoría sunita de Siria como un «error de cálculo que arrastra al Líbano al pantano de Siria, exacerban los combates en el propio Líbano y profundiza divisiones entre sunitas y chiítas sectarios en la región».
Asharq Alawsat citó a una fuente en la organización que dijo que Hezbollah se enfrentaba al dilema de no poder retirar sus fuerzas porque se habían convertido en parte integral de la defensa de Assad y, a la vez, recibir crecientes críticas en el Líbano y el mundo árabe por su apoyo al régimen sirio.
Fuente: Infobae