Como jefe de la Comisión Presidencial Constituyente, el ministro Elías Jaua convocó una rueda de prensa para informar los espectaculares logros en su afán de complacer a Nicolás Maduro para que siga en el poder. Si nos atenemos a su versión, reina gran entusiasmo por el plan de reforma promovido por la dictadura para perpetuarse en Miraflores. Recordemos lo que dijo sin pudor.
Los datos que ofreció son dignos de atención, debido a que descubren la magnitud de la manipulación institucional que está orquestando. Aseguró que 326 concejos municipales remitieron acuerdos de apoyo a la iniciativa constituyente. Al alborozo se sumaron 22 consejos legislativos, agregó, sin dejar de ufanarse porque 7 movilizaciones masivas llegaron hasta el palacio de gobierno para sumarse a la sagrada causa.
También recordó Jaua que visitó u ordenó visitas a 22 estados, cuyo fruto quedó reflejado en 36 reuniones de reflexión que se añaden a un empeño de renovación cívica sin precedentes en la historia de Venezuela. En total, aseguró al concluir su victoriosa crónica, logró que 3.500 personas provenientes de partidos políticos, comunas, federaciones, sindicatos y consejos comunales participaran en la discusión del asunto y lo iluminaran con sus luces. Solo le faltó convocar una asamblea de niñeras, se pudiera decir.
Pero no refirió, por supuesto, un detalle protuberante. Las consultas fueron monocolores y provocaron reacciones monocordes, debido a que privilegiaron la compañía de voceros oficiales u oficialistas; debido a que apenas se dedicaron a pescar en aguas dóciles, es decir, en aquellas incapaces de producir olas que condujeran a peligrosos malabarismos. Los supuestos debates ocurrieron en comarcas hechas a la medida, en las regiones controladas con mano férrea por el PSUV, para que todo transcurriera dentro de previsible unanimidad. Las instituciones involucradas en la “consulta” funcionaron para el encuentro de respuestas complacientes, como le gustaba a Chávez y como le gusta a Maduro.
Como no podía tapar el sol con un dedo, habló Jaua, apenas por encimita, del rechazo de la CEV a la “salvación” constituyente. Apenas aterrizó por un momento en la respuesta áspera de los obispos. También acusó recibo de las objeciones de la fiscal general sobre al mismo engendro, pero llegó al extremo de calificar el documento de la alta funcionaria del Estado como “una opinión política más”.
Tal manera de tapar el tamaño de las rocas que deberá apartar de la ruta de Maduro para imponer la voluntad continuista, tal rodeo para que nadie se atraviese en el camino de un plan que pretende la liquidación de la carta magna, pone en evidencia el volumen de la flagrante ilegalidad que se ha puesto en marcha, el bulto de la vergonzosa manipulación que la dictadura lleva a cabo gracias al trabajo de uno de sus peones más sumisos.
Partiendo de ese trabajo va raudo el dictador a los salones complacientes del CNE, para que las rectoras completen el itinerario que su siervo dejó pendiente.
Editorial de El Nacional