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Una inquietante noticia señala que el Cicpc detuvo en Barquisimeto a una ciudadana que supuestamente habría usurpado la identidad de una funcionaria de un registro o una notaría para difundir un mensaje desestabilizador a través de una cuenta en Twitter.

 

Dado el rango del denunciante ­el ministro de Relaciones Interiores­ se presume que estamos en presencia de una escalada conspirativa, cuyo centro operativo sería la computadora personal de Lourdes Alicia Ortega, de 53 años de edad, y que en apenas 3 años y 9 meses ha logrado mediante un total de 251 trinos, soliviantar los ánimos de 12 seguidores, acogiéndose a las directrices de los 39 twitteros a quienes escolta en la red del pájaro.

 

Se le acusa de afirmar que el cadáver del Presidente era probablemente un muñeco de cera (lo mismo que se dijo y se sigue diciendo de la momia de Lenin), lo cual no pasa de ser una opinión que no constituye delito alguno, pero que, dado el grado de exacerbación de la sensiblería bolivariana derivada del fallecimiento del jefe supremo, ha provocado una reacción orientada a escarmentar a quienes hacen uso de las redes.

 

No es la primera vez que las agencias nacionales de inteligencia detectan y desvelan una conjura virtual. En julio de 2010 fueron apresados en Ciudad Bolívar dos ciudadanos por el difundir información financiera que, a juicio de la policía (¿qué pueden saber ellas al respecto?) era falsa. Ese mismo año, el ingeniero Jesús Majano fue a parar a prisión por, presuntamente, instigar al magnicidio.

 

Supuesto, presunto, aparente, hipotético, presumible, probable o posible son muchos de los adjetivos que sustentan la sospecha.

 

Porque es eso: pura sospecha. Siempre un pálpito, nunca una certeza que fundamente la represión desmedida y hasta ridícula en lo que respecta al celo que la provoca.

 

En junio de 2011, con la firma del periodista español Tomas A. Cabal, apareció en El Reservado (www.elreservado.es) un artículo en el cual se afirma que «expertos cubanos en temas de Internet al servicio de la Dirección General de Inteligencia (servicio secreto) vigilan los correos electrónicos de políticos, banqueros, empresarios y opositores al régimen del presidente Chávez. Los técnicos cubanos han montado una oficina de espionaje electrónica en el despacho del general Carvajal, que preside el Servicio Bolivariano de Inteligencia».

 

Lo cierto es que la omnipresencia del Big Brother se ha comenzado percibir en las redes sociales, y como si se tratase de un gigantesco pulpo sus tentáculos se extienden desde el cuartel general del G2, en La Habana, hasta todos los rincones que en Venezuela sean sospechosos de albergar disenso.

 

La paranoia del Gobierno ha puesto bajo su observación a la población informatizada del país, ya no sólo hay que temerle a los virus informáticos. Pero, ¿como evitar la sofisticada intromisión del espionaje cubanoz.

 

Fuente: EN

Editorial de El Nacional

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