España cerró este viernes la polarizada campaña de las elecciones legislativas del domingo, entre los llamados del jefe de gobierno socialista Pedro Sánchez a evitar el ascenso de la extrema derecha, que ha revolucionado el panorama político del país y con la que los conservadores estarían dispuestos a gobernar.
Casi residual en la política española desde el fin de la dictadura de Francisco Franco, en 1975, la extrema derecha entraría con fuerza en el Congreso español tras las elecciones del domingo con el partido Vox.
Con un ideario ultranacionalista, antiinmigración y antifeminista, los últimos sondeos daban a esta formación más del 10% de los votos, unos 30 escaños de un total de 350 en la cámara baja, cuando en 2016 apenas cosechó un 0,2%.
“Nadie daba que Trump iba a ser presidente de Estados Unidos y lo ha conseguido. Nadie pensaba que Bolsonaro pudiera ser presidente de Brasil”, advertía Sánchez este viernes en una entrevista al diario El País.
El líder del conservador Partido Popular, Pablo Casado, dijo que está abierto a gobernar con Vox y con Ciudadanos, un partido de centro-derecha liberal.
“Al final, Vox y Ciudadanos, tengan 10 escaños o tengan 40, van a tener la influencia que ellos quieran tener para entrar en el Gobierno o para decidir la investidura o la legislatura. Por tanto, ¿para qué vamos a andar pisándonos la manguera entre nosotros, si lo que tenemos que hacer es sumar?”, dijo Casado a esRadio.
Diez meses después de la moción de censura contra su predecesor conservador, Mariano Rajoy, Sánchez lidera todas las encuestas.
Pero la gobernabilidad es complicada en un Congreso dividido en dos grandes bloques: por un lado, socialistas del PSOE y Podemos (izquierda radical), y por otro, Partido Popular, Ciudadanos y Vox.
“Las sumas son muy improbables tanto la una como la otra”, asegura Francisco Camas, del gabinete demoscópico Metroscopia, por lo que los votos de los partidos regionales catalanes y vascos pueden ser claves.
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El ejemplo andaluz
Pero el PSOE no se confía, escarmentado por las elecciones regionales de Andalucía en diciembre, cuando perdieron su feudo histórico tras un acuerdo entre PP, Ciudadanos y Vox, que cosechó allí su primer éxito electoral.
Las encuestas entonces subestimaron el resultado de la formación ultraderechista que, en esta campaña, arrastra multitudes allí donde va y está despertando mucha expectación en las redes sociales.
La incertidumbre es elevada: hay cuatro millones de indecisos, dice Camas, y mucha volatibilidad, especialmente en la derecha, enfrascada en una dura batalla para liderar el campo conservador.
“Si verdaderamente se quiere echar a Sánchez, lo responsable, lo patriótico es votar al PP”, reclamaba en el diario ABC Pablo Casado, el joven relevo de Rajoy al frente del PP.
“Puede haber cambios de último minuto en el apoyo a los partidos que afectarían la probabilidad de las diferentes opciones de gobierno”, señala Antonio Barroso, del gabinete Teneo Intelligence
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Albert Rivera en Barcelona | ARCHIVO | Agence France-Presse
Cataluña: tema central
Amenazados por Vox, que planteó su campaña como una “reconquista” de España y sus valores tradicionales, tanto Casado como Albert Rivera, líder de Ciudadanos, elevaron el tono contra Sánchez.
Cuestiones como el ralentizamiento económico, las pensiones, el alto desempleo (14,7% según los últimos datos) o la incertidumbre europea por el Brexit quedaron en segundo plano.
En cambio, centralizó los debates Cataluña, un año y medio después del intento de secesión en 2017, y con el juicio por rebelión en marcha contra doce dirigentes independentistas.
Llegado al poder con el respaldo de Podemos, nacionalistas vascos y separatistas catalanes, Sánchez buscó apaciguar el conflicto e inició una negociación con el presidente regional Quim Torra.
Aunque el diálogo no prosperó -los independentistas tumbaron los presupuestos de Sánchez, que convocó este anticipo electoral-, este acercamiento encendió a la derecha que lo convirtió en su principal arma.
En un ambiente muy crispado, Casado acusó a Sánchez de “traidor”, “felón”, “desleal” y de ser “un peligro público para España”, mientras que Rivera aseguró que echarlo es una “emergencia nacional”.
La misma expresión usó el jueves el líder de Vox, Santiago Abascal, en un abarrotado mitin en Valencia, donde llamó a escoger entre “la continuidad histórica de España o el caos y la violencia”.
Frente al diálogo de Sánchez, la derecha propone suspender la autonomía regional como ya hizo Rajoy tras el fallido intento de secesión y, en algunos casos, la ilegalización de los partidos separatistas.
Estas formaciones, sin embargo, podrían ser claves para reelegir a Sánchez que les ha repetido por activa y por pasiva que no cederá a su principal reivindicación: un referéndum de autodeterminación.
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