Para más de 6 millones de venezolanos la patria se ha vuelto borrosa, es un lugar lejano que produce dolor y hasta rabia, en donde seguramente quedan algunos afectos a los que no saben si volverán a ver. Y aunque mantengan las costumbres, la idiosincrasia y la forma de ser, el país se transforma para ellos en un recuerdo golpeado por la tragedia.
La Plataforma de Coordinación Integral para Refugiados y Migrantes de Venezuela, coordinada por la Organización Internacional de las Migraciones y Acnur, confirmó la cifra de 6,11 millones de venezolanos repartidos sobre todo en países latinoamericanos. La mayoría ha salido sin planes y sin dinero. Por eso han cruzado fronteras hasta llegar a Colombia, Ecuador, Perú o Chile, llevados por la urgencia de poder conseguir la forma de sobrevivir. Muchos han dejado su aliento en la selva del Darién y pocos son los que cruzan el río Bravo.
Pero los caminantes son más que un número que maneja una oficina o una estadística que estudian los gobiernos de países receptores para tratar de responder de la mejor manera. Son más que ese problema que se traduce en la urgencia de un presupuesto para darles atención. Los migrantes son la prueba fehaciente del fracaso chavista; son la evidencia de que en Venezuela la gente decente no puede sobrevivir con el fruto de su trabajo; son el espejo en el que se reflejan todas las miserias que se viven en una nación en la que los gobernantes solo procuran su propio beneficio.
Y es por esto precisamente que el gobierno de Maduro no reconoce ni reconocerá este número: 6 millones de almas que prefirieron lanzarse a lo desconocido antes que seguir sometidos a la violación sistemática de sus derechos. Miraflores llegó a acusarlos hasta de la transmisión del covid-19 durante la cuarentena, del narcotráfico, de delincuencia. Jamás van a admitir que la gente huye del desastre que ellos han creado.
Y es que la inmigración venezolana es de todo tipo. ¿Acaso creen que si un médico joven tuviera oportunidades de ejercer en el país todo lo que aprendió tomaría la decisión de irse?, ¿que un profesor con posgrado bien remunerado querría enseñar en el extranjero?, ¿que una madre preferiría separarse de sus hijos, con la seguridad de que no los volverá a ver en varios años, si supiera que el Estado les garantiza comida y educación? Venezuela se queda sin profesionales, sin mano de obra calificada, sin juventud, sin estudiantes, sin niños.
Lo importante de esta cifra es que se reconozca la causa del fenómeno. La mala conducción política y el terrible desempeño económico han destruido lo poco que quedaba de país y ya es demasiado evidente que no hay ni presente ni futuro. Por eso, con la certeza de que hay más de 6 millones de venezolanos repartidos en el mundo, el siguiente paso debería ser cómo recuperar a Venezuela para que vuelva a ser la tierra de lo posible. Queremos que todos vuelvan.
Editorial de El Nacional