Hace pocas semanas, el Gobierno venezolano suspendió un recién iniciado reacercamiento político a Washington porque la subsecretaria de Estado para América Latina, al responder un par de preguntas sobre Venezuela, dijo, en resumen: «Capriles podrá ser un presidente muy bueno, pero nosotros no tenemos un favorito. Lo importante es que el proceso sea limpio y democrático». Luego, mencionó lo deseable que sería la observación electoral de la OEA o la Unión Europea. «Intervencionismo inaceptable», denunció de inmediato el gobierno bolivariano.
Antes, sí se habían sumado expresiones abiertamente injerencistas y ofensivas, destinadas a enturbiar un inminente proceso electoral venezolano. Fueron las de Daniel Ortega, invitado en Caracas, y de Raúl Castro en Santiago de Chile durante la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, ambos con groseras descalificaciones a la oposición democrática venezolana.
Ahora, en tono muy diferente pero no menos irrespetuoso de la campaña en la que corresponde al pueblo venezolano elegir Presidente, llegaron las palabras preparadas y grabadas por el ex presidente Lula da Silva, en apoyo a la candidatura oficialista.
El propio candidato las dio a conocer el 1° de abril, en una reunión especial del Comité Ejecutivo del Foro de Sao Paulo cuya declaración final, semejante a la de Petrocaribe y la Alianza Bolivariana del 10 de enero, advierte sobre la intervención del imperialismo y sus aliados contra la continuidad del régimen bolivariano.
Lula es un ex presidente, se dirá, y no habló por el Gobierno de Brasil, sino por sí mismo y para su proyección regional en el Foro de Sao Paulo. Pero al escucharlo no es difícil identificar a quien aún está tan cerca del poder y se permite ensalzar las cualidades de Maduro por su profunda afinidad con las ideas y la política exterior que desarrolló Chávez y atribuir a ambos, cual asesor, la intención de hacer que Venezuela escape a la maldición del petróleo. Después de decir que no se quería inmiscuir en asuntos de Venezuela, reiteró su preferencia, cual elector venezolano, en nombre del futuro, del pueblo brasileño ¡y de Mercosur! No sólo la Unidad Democrática, sino todos los venezolanos, deberían sentirse ofendidos y protestar tales atrevimientos. Se dirá que el ex presidente colombiano Álvaro Uribe ha cometido impertinencias, pero jamás se atribuyó vocería supranacional.
Los invitados deberían ser los sistemas serios y respetables de observación electoral, pero el Gobierno no los convoca desde 2006 y sólo admite acompañantes, con limitadísimas funciones.
A los venezolanos nos corresponde lidiar con un proceso electoral en condiciones de ventajismo que serían inadmisibles en la vasta mayoría de los países latinoamericanos y del Caribe, incluyendo a Brasil. Como inadmisible les sería a sus ciudadanos la innoble actitud de un gobierno empeñado en escudarse en injerencistas invitados.
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Editorial de El Nacional