Ingeniería electoral

Ingeniería electoral

Están dadas las condiciones para una transición política en Venezuela, según un informe publicado el 20 de junio pasado por la firma británica Barclays. Las posibilidades del triunfo de Edmundo González Urrutia, señala el informe, son claras. La ventaja que lo separa del candidato oficial está en el orden de los 20 a 30 puntos: una diferencia determinante. Y esta situación anuncia la derrota electoral de Maduro y la posibilidad de una transición política con la mira puesta en la reinstitucionalización del país.

 

Por otra parte, la falta de credibilidad de Nicolás Maduro se contrapone al equilibrio y credibilidad de González Urrutia. Al mensaje vulgar y rocambolesco se contrapone al discurso decente y equilibrado del diplomático que lidera abrumadoramente las encuestas. Son dos opciones radicalmente opuestas: una que representa el fracaso; otra que simboliza la esperanza.

 

Pero el mensaje de victoria que pretende deslizar la nomenklatura madurista se basa en lo que ahora pedantemente se llama “ingeniería electoral”, que no es otra cosa que la burda artimaña electoral con la que se pretende burlar la voluntad popular. El cierre de pequeños negocios, la tranca de autopistas y carreteras, las inhabilitaciones de opositores y las acciones del presidente del Consejo Nacional Electoral, Elvis Amoroso, denunciadas por el rector Juan Carlos Delpino; la aplicación de la ley del odio a opositores y la limitación a la libertad de expresión son expresiones de esa ingeniería electoral. Estamos en presencia de maniobras que afectan la imparcialidad con la que se debe manejar el proceso electoral en desarrollo.

 

Otro ejemplo de ingeniería electoral es el cambio sobrevenido –a través de una resolución del CNE– de las reglas del juego electoral. Tal decisión burocrática establece que para ser testigo de mesa hay que ser elector del centro en el cual está acreditado el testigo, lo que contradice el artículo 298 de la Constitución, el cual postula: “La ley que regule los procesos electorales no podrá modificarse en forma alguna en el lapso comprendido entre el día de la elección y los seis meses inmediatamente anteriores a la misma”. El artículo 447 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales señala además: “Para ser testigo se requiere ser electora o elector, saber leer y escribir y no ser funcionaria o funcionario del Consejo Nacional Electoral, ni Agente de Inscripción o Actualización de datos del Registro Electoral” (sic).

 

Lo anterior evidencia que la resolución del CNE viola simultáneamente la Constitución y la ley electoral. Además, se hace apenas a treinta y cinco días de las elecciones con una intención clara: desarticular los testigos de la oposición con propósitos que empañan aún más las garantías mínimas con las que debe tramitarse el proceso electoral. El trabajo de los testigos busca desmontar las irregularidades que se pretendan ejecutar para distorsionar los resultados electorales. Pero esta estratagema se estrellará con la férrea voluntad de los venezolanos de superar todos los obstáculos y no desviar la atención de la victoria electoral.

 

A lo anterior se suma el trabajo de los analistas y encuestadores “independientes” que buscan hacer ver una realidad distinta a la que vemos hoy: que las gigantescas concentraciones convocadas por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia tienen un antecedente en las que hacía Henrique Capriles, con ocasión de las elecciones del 14 de abril de 2013. Lo que persigue esta burda manipulación es vender la idea de que las concentraciones no garantizan el éxito. Es una manipulación de la realidad  por dos razones: la popularidad de Maduro –a diferencia de la que heredó– no alcanza 20% de apoyo popular; y en segundo lugar, Maduro estaba ahí impuesto por el dedo de Hugo Chávez y no había transcurrido el tiempo necesario para demostrar su incapacidad en el arte de gobernar. Ahora es distinto porque luego de once años de gobierno autoritario demuestra su fracaso como gobernante.

 

Maduro ha dividido al chavismo y ha perseguido a dirigentes de este movimiento, como Miguel Rodríguez Torres, el Pollo Carvajal, Rafael Ramírez, Andrés Izarra, Tareck el Aissami, entre otros. Va poniendo de lado a quien represente una amenaza interna a su liderazgo, al mejor estilo estalinista-castrista. A lo que se suma la represión y la humillación permanente de libertades que se han producido durante su mandato. Sin embargo, algunos interesados pretenden vender la idea de que solo Maduro puede garantizar la paz social y la seguridad jurídica para levantar la economía. Es todo lo contrario: Maduro es la garantía de fracaso y de división entre los venezolanos.

 

Los venezolanos deben salir a votar masivamente para que se inicie la recuperación de Venezuela, hagan lo que hagan con la ingeniería electoral.

 

Editorial de El Nacional

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