Al menos 35 autobuses fueron incendiados este lunes en diferentes barrios de la ciudad brasileña de Río de Janeiro en una «represalia» de pistoleros a la muerte de un jefe «miliciano» (parapolicial) en un tiroteo con la Policía, informaron fuentes oficiales.
El incendio de los vehículos, en una acción simultánea y coordinada en importantes vías de Río de Janeiro, provocó un caos en el tránsito en la zona oeste de la segunda mayor ciudad de Brasil por la interrupción del flujo de automóviles y los embotellamientos.
De acuerdo con las autoridades locales, el ataque obligó a varias empresas a interrumpir la circulación de sus autobuses, incluyendo los del sistema de transporte de tipo BRT, y bloqueó hasta la Avenida Brasil, una de las principales arterias de la ciudad, así como afectó al funcionamiento de decenas de colegios.
Los autobuses fueron interceptados por pistoleros e incendiados en barrios como Guaratiba, Inhoaíba, Paciência, Campo Grande y Santa Cruz, varios de los cuales son controlados por las «milicias», como son conocidos los grupos parapoliciales integrados por policías y expolicías que surgieron para hacer frente a las bandas de narcotraficantes.
Según la Policía Militarizada, el ataque fue una «represalia» a la muerte en un tiroteo con uniformados de Matheus da Silva Rezende, un importante jefe de una banda de milicianos y sobrino del principal líder de esas organizaciones en Río de Janeiro.
Da Silva Rezende, conocido como «Faustão» y sobrino del jefe parapolicial Luis Antonio da Silva Braga, conocido como «Zinho», es el tercer miembro de su familia en morir en enfrentamientos con la policía en los últimos seis años.
Carlos Alexandre da Silva Braga murió en un operativo policial en 2017 y Wellington da Silva Braga, en un tiroteo en 2021. Tras la muerte de su hermano, «Zinho» asumió el comando de la mayor milicia de Río de Janeiro y contaba con su sobrino como uno de sus principales lugartenientes.
El gobernador de Río de Janeiro, Cláudio Castro, celebró en sus redes sociales «el duro golpe» asestado «a la milicia más grande de la zona oeste» de la capital fluminense y advirtió de que no cederá en su objetivo de combatir el crimen organizado.
«¡No vamos a parar! Nuestras acciones para asfixiar al crimen organizado ha traído resultados diarios (…) ¡Que el crimen organizado que no se atreva a desafiar el poder del Estado!», exclamó en sus redes sociales.
El alcalde de Río, Eduardo Paes, señaló que los criminales «necesitan una respuesta muy firme de las fuerzas policiales» e hizo un llamado al Gobierno federal a «actuar para evitar que hechos como estos vuelvan a ocurrir».
Las milicias, inicialmente nacidas para combatir a los narcotraficantes y que cobran «impuestos» a los habitantes de numerosas barriadas por servicios como el transporte, la compra de pipetas de gas o hasta el acceso a internet y a televisión por cable, terminaron convirtiéndose en los distribuidores de drogas ilícitas en los barrios que controlan.
Los constantes tiroteos entre bandas rivales de narcotraficantes y entre estas y milicianos con la policía han convertido a Río de Janeiro en una de las ciudades más violentas de Brasil.
EFE