Pasan los años, se suman nuevas variedades al mercado, pero el vino Malbec – cepa emblemática de la vitivicultura argentina – sigue siendo el más elegido entre los consumidores argentinos. Hoy, el 30 por ciento de las botellas consumidas en el país son de esa cepa.
En diálogo con minutouno.com, Diego Basso y Damián González, de Küyen Boutique de Vinos, consideraron que para disfrutar de un buen vino Malbec es importante tener en cuenta:
-El momento en que se decide beberlo y en qué contexto ya que el mismo vino puede gustar más en ciertas circunstancia que en otras porque todo dependerá del estado de ánimo de quien lo consuma.
– Otro punto importante es la temperatura de servicio: un vino malbec (como en otras cepas tintas) debe beberse entre los 16 y 18 grados centígrados cuando son vinos jóvenes, y entre los 18 y20°C cuando es de reserva o guarda. De esta manera, se podrán destacar sus aromas (ciruela, guindas, café, chocolate, cuero, tabaco, vainilla, pimienta, uvas pasas, entre otros) y sabores (cálidos, suaves, con taninos dulces muy agradables).
– Para un Malbec de guarda es interesante utilizar un decantador o por lo menos abrirlo una hora antes de beberlo.
– Un vino Malbec es ideal para acompañar carnes rojas, carnes a la parrilla, pastas y quesos duros.
Para esta fecha, numerosos comercios -como vinotecas, supermercados, bodegas, enotecas- ofrecen distintas promociones para esos consumidores que quieran levantar su copa y brindar por el malbec, en su día.
El Malbec llegó desde Francia en 1853 de la mano de Michel Aimé Pouget, un ingeniero agrónomo que fue contratado por el presidente Domingo Faustino Sarmiento para ejecutar la Quinta Agronómica de Mendoza. Wines of Argentina (WOFA), asociación responsable de la imagen del vino argentino en el mundo, fue quien instaló el Día del Malbec.
Hoy, el Malbec es la cepa más cultivada de la Argentina, con casi 40.000 hectáreas cultivadas en el país, que representan el 45 por ciento de las exportaciones de vinos a los Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Brasil.
Mendoza lidera el segmento con la elaboración de 9 de cada 10 botellas de Malbec disponibles en el mercado. Representa el 86% del total nacional de la cepa y sus regiones fueron las que presentaron el mayor crecimiento.
Los Malbec más tradicionales se ubican en Luján de Cuyo y Maipú. Los novedosos, en el Valle de Uco y sus tres regiones: Tupungato, San Carlos y Tunuyán, que dan resultados diferentes: frutales, herbales, florales y hasta minerales de acuerdo a la ubicación del viñedo.
San Juan le sigue en elaboración, con más de 2000 hectáreas cultivadas, aunque el Malbec no se distingue como la cepa más cultivada en dicha provincia. Las propuestas en esa provincia son de color profundo y frutales como los más característicos de Tulum y Zonda. Por el contrario, los viñedos de altura, como Pedernal, aportan estructura, frescura y complejidad.
Sí el Malbec es la variedad dominante en Salta y Neuquén. En la provincia norteña, la superficie de cultivo de Malbec se duplicó mientras que en la del sur, el número de hectáreas asciende a las casi 650, un número que duplica a su superficie de 2004.
Por otra parte, el vigor de los Malbec de Cafayate y los Valles Calchaquíes contrasta con la frescura de los Patagónicos. Las diferencias son amplias entre Neuquén y Río Negro. En el caso de San Patricio del Chañar, el Malbec se define moderno, con paladar jugoso y buen volumen, mientras que en el Alto Valle de Río Negro el estilo es más tradicional y ligero.
¿Quiénes consumen esta cepa? Si bien el Malbec se consolidó en el mercado mundial como un vino con aromas de frutos rojos dominantes y de fácil beber, sin dejar de estar a la altura de los vinos más sofisticados a nivel mundial, hoy vuelve a cambiar, en línea con los procesos de investigación asociados al mismo.
Esto se debe a que los enólogos, ya más alejados de los vinos concentrados y de estructura masticable, comienzan a lograr tintos frescos de marcadas expresiones frutales y más fáciles aún de beber.
Las claves de este cambio están asociadas a una mejor comprensión del terroir y una enología menos invasiva, mejorando el trabajo en el viñedo.
Esto se traduce en optimización y mejoras tanto en la poda, como el riego y tiempo de cosecha, lo que permite un vino cada vez más nítido en la copa.
También es necesario tener en cuenta otros cambios. Como una menor intervención del roble o maceraciones menos prolongadas que, para muchos, se denomina una «vuelta al origen».
Fuente: Minuto Uno