A ntonio Ledezma declaró en días pasados que era hora de que la oposición se dedicase, en aras de robustecer su unidad, a hablar claro, «clarito», y sin tregua, hasta llegar a una política común. Ramón Guillermo Aveledo, por su parte, dijo que «proteger y renovar» la unidad era siempre tarea primordial para TODOS los que adversan este gobierno. Al parecer, pues, hay buen viento para esa conversación esencial, necesaria. Sería conveniente que otros líderes se pronunciaran al respecto, por ejemplo Capriles y López.
Nosotros pensamos que no es por azar que hoy se plantee ese objetivo, la coyuntura pareciera propicia. Hasta no ha mucho ciertamente había dos líneas políticas bastante diferenciadas en el seno de la MUD, para nombrarlas sintéticamente, el diálogo y la salida. Felizmente ese antagonismo no dio lugar a una ruptura, a pesar de los empujones y malas caras, lo que permite ahora el intento de limar asperezas para transitar por el único camino sensato ante un adversario por malherido muy peligroso. Paradójicamente diera la impresión de que ese puente está posibilitado porque ambas líneas políticas parecen bastante debilitadas, por decir lo menos. La mayoría opositora se paró de la mesa de diálogo por considerarlo infecundo y por ahí van y vienen acercamientos y distancias, buen día, mal día. Pero a falta de esa opción esa mayoría más prudente pareciese caer de nuevo en cierta inmovilidad que desde hace rato se le critica.
Por otro lado los tácticamente más radicales igualmente lucen bastante desasistidos: cese de las guarimbas, manifestaciones convencionales muy pobres (la última, en la Plaza Sadel, lamentable), golpes represivos duros y, por último, la Constituyente sacada de la manga sin ningún entusiasmo, con escasísimos aliados y sin mayor destino imaginable.
En conclusión, esa merma de las opciones en conflicto abre la posibilidad de encontrar posiciones y objetivos más sintéticos, que aúnen las buenas razones de un lado y del otro, que alienten la acción mancomunada.
También hay que señalar que no hay la menor duda de que el gobierno se deteriora cada día más. Basta ver las encuestas. O las torpezas y anteojeras que le impiden revertir la arrolladora crisis económica. O las fisuras que ya se hacen públicas en el PSUV y que tienen su más aguda y volcánica muestra en el defenestramiento de Giordani, que algo tiene de segunda muerte de Hugo Chávez, y la cínica y afilada respuesta de éste a Maduro y su gente. En pocas palabras que el gobierno tiende a erosionarse, producto de su propio veneno, tanto tiempo cultivado. Lo que hace más conminante (la historia no se hace sola y hay agonías que pueden durar decenios) la acción opositora unitaria y con estrategias muy precisas.
Nosotros nos atreveríamos a sugerir que se trate de evitar para el eventual entente las instancias ad hoc, muy formales y solemnes, con tiempos delimitados, etc., cuyo carácter espectacular suele generar malos efluvios y que probablemente resulten menos innecesariamente engorrosos y más debidamente discretos los habituales mecanismo de la Mesa que, en más de una ocasión, han dado excelentes frutos. El mayor de todos la mesa misma, amplia y dispuesta para no cesar de parlamentar.
EDITORIAL DEL TAL CUAL
Fernando Rodríguez