Nada ha conseguido entelar la personalidad de Máxima, pues su buena actitud siempre han destacado por encima. Prueba de ese carisma es la buena relación que mantiene con todos sus homólogos
Cuando en 2001, el entonces príncipe Guillermo Alejandro de los Países Bajos presentó a su prometida, una joven de origen argentino de sonrisa tímida y discretos modales, nadie se imaginaba que catorce años después sería una de los miembros de la realeza mundial más queridos. Ni el turbio pasado de su padre con el gobierno de Videla, ni los numerosos escándalos que le ha atribuido la prensa del país, han conseguido entelar la personalidad extrovertida de Máxima, pues su buena actitud y su simpatía, siempre han destacado por encima. Buena prueba de ese carisma que desprende la reina holandesa es la buena relación que mantiene con todos sus homólogos. No hay ‘royal’ que no esboce una sonrisa cuando ella está cerca y la naturalidad se apodera de todos ellos. Hoy en Vanitatis repasamos los tres motivos por los que Máxima Zorreguieta se ha convertido en el alma de la realeza.
1. Su simpatía natural
Existen pocas imágenes en las que no aparezca Máxima riéndose a carcajadas. La soberana holandesa se toma la vida con alegría y buen humor y nunca se le ha visto una mala mirada o un desprecio. Quienes la conocen, aseguran que esa simpatía le viene desde pequeña y que a pesar del rígido protocolo, no quiere cambiar. Su marido, Guillermo Alejandro, está encantado con ella y desde que se casó se muestra mucho más abierto y espontáneo, al igual que les sucede a todos aquellos que están a su alrededor. También su suegra, la ahora princesa Beatriz, cree que Máxima ha sido un soplo de aire fresco para la monarquía.
Máxima riéndose a carcajadas en una imagen de archivo (Gtres)
2. Sabe estar en los malos momentos
Aunque es todo simpatía, Máxima también sabe que existen momentos en los que uno no debe reír y debe apoyar a la otra persona. Según cuentan sus allegados, es una persona que se preocupa mucho por cómo se encuentran los demás y si están mal les intenta animar con su vitalidad. Un ejemplo de esto es el caso de Charlène de Mónaco, quien explicó que Máxima había sido su mejor apoyo cuando las cosas no iban bien y los rumores de una posible separación afectaron a su matrimonio con Alberto II. Desde entonces, las dos soberanas guardan una increíble relación y mantienen una buena comunicación.
3. Es pasional y auténtica
Como buena latina, Máxima es una mujer muy pasional. No le importó llorar de emoción en la boda de Victoria de Suecia con Daniel Westling o de pena en el funeral por los fallecidos en el accidente de avión de Ucrania en el que viajaban más de cien holandeses. Tampoco tuvo ningún problema en bailar samba ante el público en su viaje a Brasil o saltar en una cama elástica en Utrecht. La reina holandesa se atreve a todo.
Fuente: Vanitatis