Hay para casi todos los gustos en el portal de Aporrea: desde los que piden a Nicolás Maduro que radicalice el proceso hasta quien se pregunta si “Nicolás y Tibisay tienen culillo de contar los votos”. Otro artículo, que lleva la firma de José Rafael Gutiérrez, apunta sus dardos hacia lo que denomina “dirigencia burocrática encumbrada”, una categorización política muy próxima, aunque más sociológica, a la gráfica expresión de “enchufados” que Henrique Capriles ha hecho suya.
El apretado resultado electoral –el más corto porcentualmente desde 1968, aunque Luis Herrera Campins ganó por menos diferencia de votos en 1978 pero con mayor holgura relativa– ha disparado las reflexiones y las críticas en el visitado portal afecto al “proceso revolucionario”.
Ninguna opinión, sin embargo, abre una brecha para el diálogo con el adversario y, mucho menos, para apoyar el recuento de la votación del 14A. Pero es inocultable que la procesión va por dentro.
José Luis Romero D. asume el llamado a la autocrítica lanzado por Diosdado Cabello en las primeras horas de la madrugada de pasado lunes, para reconocer que Maduro estaba debilitado por la falta del “líder” y considera “fatal” en política que el chavismo se haya colocado a la defensiva. No falta, por supuesto, la denuncia de la “perversa” campaña mediática: “la más inteligente realizada por el imperio”.
Desde Canadá, Erasmo Magoulas, que se define como un creador de medios alternativos en la provincia de Ontario, titula su texto “Una elección con números que llaman a la reflexión”. Es él quien se pregunta si la votación de Capriles –49%, de acuerdo con el CNE– supone que hay tantos burgueses en el país.
Admite que el resultado suscitó un dejo de amargura en las filas chavistas, que es señal de que “algo muy serio está pasando”. Magoulas afirma que la inmensa mayoría de quienes votaron por la oposición ha sido beneficiada por el nuevo modelo económico y, por tanto, votó contra sus propios intereses.
Intenta explicar ese comportamiento recurriendo al filósofo alemán Martín Heidegger para advertir la presencia del ser inauténtico en el electorado venezolano. Magoulas concluye proponiendo que se cree la Gran Misión Comunicación Popular.
Otro usuario del portal Aporrea, Raúl Crespo, subraya que la línea divisoria entre Chávez y sin Chávez son 2 millones de votos que se decantaron por Capriles o simplemente no votaron. “No hay máscara para ocultar esta verdad”, precisa. Crespo reniega de las celebraciones y el jolgorio para la estrecha victoria y cuestiona que se enciendan velas y se espere una resurrección “que no se va a producir”.
Crespo insiste en que la “revolución” después de 14 años de mandato tiene que ofrecer “resultados y hechos” y advierte como un error no haberse preparado para el chavismo sin Chávez. “O ayudamos a Maduro o nos vamos al carajo con la revolución”, plantea como dilema.
Pero hay que volver a Gutiérrez y el desarrollo de su peculiar concepto de “dirigencia burocrática encumbrada” que, al margen de los rodeos estilísticos que traza, desmonta el comportamiento de “lideruchos” – así los llama– que en varias regiones del país incurren en “despilfarro multimillonario en propaganda insulsa” y que confunden “griterío, consignas, atuendo, demagogia, servilismo y politiquería con lucha social y política”. Denuncia además, en sus propias palabras, nepotismo dinástico, relajo y banalidad, lealtad canina hacia jefecitos en la ejecución del sicariato político, censura a las voces autocríticas y una involución de la herencia de Chávez hacia una tropical erótica del poder.
Ángel V. Rivas, otro colaborador de Aporrea, hace una particular lista en la que expone 32 hipótesis acerca de “la pérdida de algunos votos chavistas”, y allí señala: demasiados regaños de parte de Nicolás con el público que se paraba cerca de la tarima; no haberle contestado muy bien a Carlos Croes cuando le preguntó sobre el comunismo y Cuba; no haber tenido un asesor que le dijera que, además de prometer que iba a acabar con el hampa, asegurara que iba a ordenar poner pepitos todos los barrios de Caracas; hablar de pajaritos en vez de los pájaros bravos que deambulan en la administración pública y llamar a ciertos personajes para que estuvieran a su lado y luego ignorarlos, al colmo de que estos se largaban. &JM
Fuente: El Nacional