Expertos ecuatorianos estudian una osamenta de unos 750 años de antigüedad hallada por casualidad mientras se realizaban trabajos de limpieza en los bordes de una carretera 90 kilómetros de distancia de Quito, la capital del país, y que perteneció a la cultura caranqui.
La osamenta, a la que le faltan algunos huesos, fue descubierta al norte de Quito a una profundidad de 70 centímetros y con fragmentos de cerámica prehispánica, confirmó a Efe el arqueólogo Andrés Mosquera, del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP).
Los restos estaban cubiertos por una capa de ceniza que los expertos aseguran que procede de una erupción en 1250 d.C. del volcán Quilotoa, unos 250 kilómetros más al sur.
El hallazgo tuvo lugar el pasado 23 de junio mientras se limpiaba la vegetación de uno de los márgenes de una carretera construida hace unos veinte años, explicó el director de Áreas Arqueológicas, Paleontológicas y de Patrimonio Subacuático del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), Marcos Labrada.
En una excavación estratigráfica dos días después hallaron casi completo el esqueleto que, según los análisis, perteneció a una mujer de entre 20 y 35 años, de 1,50 metros de estatura, y miembro de la cultura caranqui, del período de Integración Tardío (1250-1300 aproximadamente d.C).
Este período, que se extiende en su totalidad del 500 d.C. a 1500 d.C., fue crucial para la consolidación del paisaje andino, con tecnificación de la agricultura, la expansión de población y centros urbanos, y el comienzo de una economía precaria basada en el trueque, quizás hasta la aparición de las primeras monedas o con rasgos de ellas.
La caranqui es una cultura que habitó en la parte norte de la sierra ecuatoriana, y que pudo extenderse en distintos momentos de su existencia por las actuales provincias del Carchi, Imbabura y el norte de Pichincha.
A su alrededor existe aún un gran debate histórico, pero los yacimientos apuntan a una cultura desarrollada que pudo haber alcanzado la madurez socioeconómica como para conformar algún tipo de organización por cacicazgo.
De pozo simple (una sola cavidad), poco profundo y sin ajuar funerario, la tumba se halló en una zona situada cerca de la localidad de Perucho, de alta densidad arqueológica por la etnia del mismo nombre que vivió allí en la época preincaica.
El esqueleto hallado estaba en posición fetal y en buen estado de conservación, por lo que podrá soportar análisis a nivel de antropología física y también genéticos.
No obstante, le falta el brazo izquierdo, las tibias, los peronés y los falanges de los pies, que se presume se perdieron «cuanto hicieron la carretera», según Mosquera.
EFE