¿Hacer el amor en guerra?

¿Hacer el amor en guerra?

Que tire la primera piedra aquél que no ha tenido siquiera un polvo de reconciliación. Y que tire la segunda aquél que no ha sentido que el sexo de reconciliación es diez veces mejor que el sexo convencional. Pues bien, puede sonar muy exagerado, pero los sicólogos dicen que tener sexo para reconciliarse es una adicción. Seth Meyers, el sicólogo homónimo de quien escribe guiones para Saturday Night Life, asegura que es como darle una dosis de cocaína a un adicto en recuperación.

 

La frustración que generan el conflicto y, sobre todo, la incapacidad de encontrar una solución que les sirva a las dos partes es muchas veces similar a la incomodidad que siente un adicto cuando no está bajo el efecto de su droga, lo que lo lleva a «evadir la realidad». Sin embargo, es un alto en el camino que disipa la discusión y muchas veces la deja en el mismo lugar en el que comenzó. Se parece mucho a darle una colombina a un niño cuando está llorando porque premia el mal comportamiento, en vez de castigarlo, con el aliciente de que el mensaje implícito de esta conducta es que cada vez que haya drama habrá buen sexo. Y, digámonos la verdad, aún somos lo suficientemente animales como para no reaccionar a este tipo de incentivo. El buen sexo es quizás el éxtasis más poderoso, no solo a nivel sicológico, sino a nivel químico. La razón por la cual el sexo después de pelear o discutir es más apasionado esa sencilla: las peleas liberan dopamina, la misma sustancia que el sexo genera en nuestros cuerpecitos de carne y hueso cuando copulamos. Dopamina más dopamina = doble dopamina. Por eso es que hay que pensarlo dos veces: pelear o copular, esa es la cuestión.

 

A pesar de que los argumentos de Meyers son muy razonables, la ‘sexperta’ californiana Jennifer Berman asegura que reconciliarse a través del sexo no solo es una conducta normal, sino sana, y que la pasión y la intimidad que se logran en tiempos difíciles a través del sexo es una suerte de salvavidas imprescindible que hace más sólidas las relaciones durante las tormentas. Como quien dice: pelear y copular, esa es la cuestión.

 

Yo, con mi sabiduría popular y práctica de mortal común, que sucumbe tanto al sexo como a las discusiones, propongo que lo pensemos al revés: si uno está en la mitad de un polvo increíble con su pareja y una de las partes saca a colación una diferencia o una discusión ¿cómo nos sentiríamos? Bien aplica el dicho de una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, ¿verdad? Muchas veces cuando se está teniendo una discusión, más aún si es sobre algo definitivo en la relación, y una de las partes pretende saldarla con sexo, los argumentos del seducido quedan por completo invalidados. Quien quiera que tenga la razón, la pierde. Y es muy posible que su punto de vista nunca vuelva a ser tomado en serio.

 

Pero supongamos que ninguno de los dos se ha portado mal, sino que simplemente se está discutiendo sobre cualquier tema. Este puede ser un caso en el que el sexo de reconciliación sirva para «hacer las paces» sin mayores perjuicios, ¿no?, lo cual me lleva a concluir que lo que importa no es tener sexo de reconciliación per se, sino saber cuándo el tema en discusión amerita llevar la pelea hasta el último round sin dejarse tumbar en el ring. La comparación sirve para entender algo que muchas veces se nos escapa de vista y es que, en una discusión de pareja, nadie tiene que caer al piso, siempre tiene que haber dos ganadores. En la medida en que cada uno haga su punto y se llegue a un acuerdo, bienvenida la cama, ¿por qué no? Clausuremos todas las peleas con sexo, pero antes dejemos que lleguen a su fin.

 

 

Fuente: BlogSex

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