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¿Hace el amor más excitante el sexo?

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¿Hace el amor más excitante el sexo?

¿Nos enamoramos de alguien porque nos gusta como se comporta en la cama o disfrutamos especialmente del sexo con una determinada persona porque estamos locos por ella? ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? O en este caso, ¿qué fue anterior, el sexo o el amor? Los tiempos han cambiado y también los mitos y mientras se espera al príncipe azul una puede hacérselo hasta con el ogro y además, no es obligatorio casarse para poder comer perdices. Sin embargo, la mayoría de las mujeres y también muchos hombres siguen esperando a su media naranja, lo que traducido al lenguaje sexual significa que continúan pensando que, en un mundo feliz, el amor y el sexo deberían ir unidos.

 

Pocos reniegan de un revolcón si la cosa se pone a tiro, pero lo que en el fondo todos anhelan es que Cupido bendiga esa unión, esperando así alcanzar el Nirvana. De Lady Gaga uno puede esperarse cualquier cosa, sobre todo últimamente que le ha dado por engrosar las filas de la moral más rancia asegurando, entre otras cosas que nunca practica el sexo sin amor porque podría arruinar su energía. También Robert Pattinson el protagonista de la saga Crepúsculo, que no tiene inconveniente en ir mordiendo cuellos por el mundo, se declara firme partidario del sexo con amor. ¿Quién no? Al disfrute sexual se le añade el del enamoramiento, al que Ortega y Gasset -que nunca destacó por romántico- calificó de “imbecilidad transitoria” y al que muchos científicos asemejan con el desorden obsesivo compulsivo.

 

Gracias a la química y a su acción en el sistema nervioso central, el amor desata sentimientos de felicidad, plenitud, capacidad para pasar las noches en vela sin apenas acusar el más mínimo cansancio al día siguiente y sensación de levitar a unos centímetros del suelo; pero también celos, envidias, miedo, orgullo, despecho… Ya sabemos que los sentimientos más potentes siempre necesitan de un decorado plagado de luces y sombras. A Susan Sarandon se le preguntó un día que situación le parecía más excitante y contestó: “para mí la idea del amor prohibido siempre ha sido desde luego entre una monja y un marino, en una isla desierta rodeados de japoneses”.

 

Pero esa tormenta de feromonas que es el enamoramiento no dura demasiado, el cuerpo no podría soportarlo y para sobrevivir se vuelve inmune a esas sustancias y la locura de la pasión se desvanece gradualmente para dar paso a un amor más sereno, los hijos y la pantanosa ciénaga de la hipoteca. Y con el tiempo, es posible que este sentimiento también desaparezca. Nadie se plantea entonces que está practicando el sexo sin amor. Es nuestro cuerpo, generalmente más sabio que nuestra mente, el que nos dice que ya no nos apetece tanto y lo vamos dejando, primero para los sábados y luego, exclusivamente para fechas muy señaladas.

 

A Lidia le pasó lo mismo, solo que ella se saltó los hijos, la casa y, pasado el tiempo, hasta su pareja. Lo curioso es que tras algunos meses volvió a retomar relaciones con su ex, en este caso exclusivamente carnales y descubrió el sexo. “El que antes era mi novio pasó entonces a ser mi amante. Ya no había ningún compromiso, era algo puramente físico pero resultó mucho mejor que antes. A los amigos no se les pide que sean perfectos ni se les está cuestionando constantemente su comportamiento, se aceptan tal y como son, con sus virtudes y defectos. Con los novios las mujeres nos estamos preguntando todo el tiempo: ¿Es realmente el hombre de mi vida? Lo que consume energía y crea muchas paranoias. En la cama me lo tomaba todo en plan lúdico, era como un juego y resultó mucho más placentero para los dos. Muchas veces pienso que el amor está sobrevalorado”.

 

Disfrutar de la sexualidad sin que haya un compromiso de por medio, sin fijar ninguna expectativa puede ser muy liberador para muchas mujeres. Los hombres son más duchos en el arte de separar romance de lujuria, como prueba la costumbre milenariamente practicada, de compaginar el matrimonio y el amor, con la amante y la pasión. Pero las mujeres han tenido que hacer un ejercicio de aprendizaje para ponerse al día.

 

En un artículo de Suzanne Braun Lavine, titulado Ocho razones por las que el sexo es mejor después de los 50 y dedicado a las mujeres, la autora enumera en primera posición: “Se puede separar el sexo de la reproducción” -ya sabemos que hay métodos anticonceptivos, pero hasta ahora y por lo que yo conozco es ella la que debe ocuparse del tema-, y en segundo lugar: “se puede separar el sexo del amor”. En este apartado Suzanne subraya como “antes de los 50 la mayor parte de las mujeres invierte muchos años en mitos románticos –como unir sexo, matrimonio y amor-, pero cuando se entra en la segunda edad adulta, la experiencia y la independencia que traen los años hace que muchas mujeres empiecen a separar sexo de compromiso, lo que les hace diseñar a su gusto sus encuentros sexuales, ya sea con conocidos, amantes o amigos con derecho a roce y disfrutar de su sexualidad, sin más”.

 

El médico y sexólogo Santiago Frago comparte también esa teoría: “En una mujer el deseo va a más con los años. Normalmente este es un tanto frágil en el sexo femenino y va asociado a la relación de pareja, el ambiente amoroso, que a veces pesa más que la biología. Sin embargo, con el tiempo la mujer se vuelve más sexual y menos romántica y es entonces cuando muchas empiezan a disfrutar realmente de sus relaciones de pareja”.

 

Entre los partidarios del sexo por encima del amor está también Napoleón Hill, el que fuera el gurú de los manuales de autoayuda y que asesoró a presidentes de EE.UU. como Wilson Woodrow y Franklin Delano Rooselvet. Su libro Piense y hágase rico es uno de los más vendidos de todos los tiempos y en él elabora una lista de las emociones humanas más importantes. ¿Cuál encontramos en primer lugar? Para Hill no es el amor, sino el sexo, al que califica de necesidad biológica y motor de todo tipo de acciones.

 

A la pregunta de qué deberes tendríamos que llevarnos a casa las mujeres y los hombres de hoy en día para mejorar nuestra vida sexual, la sexóloga Francisca Molero, del Institut Clinic de Sexología de Barcelona, me contestó un día “ las mujeres deberíamos focalizar más, genitalizar más nuestra sexualidad, centrarnos más en el aspecto físico y corporal, mientras los hombres deberían hacer lo contrario”. De lo que quizás podamos deducir que, en términos de sexo, la pareja ideal podría ser la formada por un hombre enamorado y una mujer que no lo esté. Es más, podríamos caricaturizarlo al modo de los dibujos animados. Él con un pequeño Cupido en su hombro, dándole instrucciones y ella con un diminuto diablillo con un tridente que la empuja a hacer cosas muy muy malas.

 

Fuente: El nuevo día 

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