La participación de los miembros de mesa en las elecciones del pasado 14 de abril resultó vital para el proceso electoral 2013. El proceso quedó realmente en nuestras manos.
Yo fui seleccionado el pasado 7 de octubre como miembro de mesa y fui llamado de nuevo para las nuevas presidenciales del 14-A para prestar mis servicios en la Unidad Educativa Antonia Esteller, en el campo petrolero El Milagro, en medio de las instalaciones administrativas de Pdvsa en el municipio Lagunillas del estado Zulia, con una población estimada en 4 mil sufragantes distribuidos en 8 mesas electorales.
Allí el ejercicio del sufragio se llevó a cabo de manera exhaustiva, durante casi 24 horas de trabajo minucioso y agotador. Los miembros de mesas, ciudadanos de todas las edades, tanto del chavismo y de la oposición, se presentaron desde las 4 de la madrugada y, luego de su identificación por parte del personal del Consejo Nacional Electoral y del Plan República, se formaron en grupos de trabajo para hacer la instalación formal de las mesas, que se abrieron a las 6 de la mañana, cuando ya los electores, incluso desde la medianoche, se formaban para ejercer el derecho al voto en las afueras de la escuela.
El día viernes 12 de abril, recibimos y revisamos el material electoral, custodiado hasta entonces por efectivos del Plan República: como las máquinas capta huellas, el tarjetón electrónico, el cuaderno electoral y demás utensilios como los cartones para el resguardo del secreto del elector, los lapiceros y las tintas indelebles, además de los formularios para dar testimonio legal del desarrollo de las elecciones. También nos entregaron los envoltorios donde se guarda el chip con la información digitalizada con los resultados de la máquina electoral.
En una verdadera definición del futuro venezolano, alrededor de las 5:30 de la mañana del pasado domingo 14 de abril, se nombraron los miembros principales, un secretario encargado de las actas, más los suplentes, acompañados por los testigos de cada candidato.
Lo primero que hizo el equipo técnico del CNE fue instalar las máquinas y éstas debían emitir un documento en blanco o de “cero voto” al encenderse, registro que debía ser refrendado por nosotros, quienes, luego de instalar por completo el espacio electoral en forma de herradura, fuimos los primeros en votar para luego asistir a los electores.
Durante aproximadamente 12 horas, en la mesa número 2 de la U.E. Antonia Esteller, unos 800 votantes ejercieron su derecho democrático. Se sintió la trascendencia del momento histórico en el rostro de cada elector. Tanto opositores como chavista no dejaban de observar cada movimiento al interior del aula y estaban al acecho.
Así, se verificaba que cada ciudadano efectivamente pertenecía a ese centro electoral, al identificarlo por las máquinas captahuellas, luego procedían a hacer su elección en el tarjetón electrónico, depositaban el comprobante en la caja, firmaban el libro y se les teñía el índice en la tinta antes de retirarse. Un voto hecho en apenas un minuto.
Aproximadamente a las siete de la tarde, constatado que no había ningún elector a la espera de votar, y tras orden del máximo representante del CNE en la U.E., los miembros procedimos a declarar el cierre de la mesa.
Pero el trabajo realmente importante continuó: el técnico del CNE se encargaba de emitir, de la máquina misma, las boletas electorales donde se detalla el número de electores así como los votos obtenidos por cada uno de los candidatos.
La máquina imprime cuantos “recibos” sean solicitados por los miembros de mesa y los representantes de los candidatos, quienes, con teléfono celular en mano, transmitían esa información a sus respectivos comandos.
Luego, el técnico del CNE hizo entrega del chip con la información al secretario de la mesa, quien se encargó de llenar toda la documentación que registró el proceso electoral. Documentación revisada y firmada, a su vez, por los miembros antes de ser ordenada y guardada en bolsas de plásticas selladas que, junto con el resto de los implementos de la elección, fueron entregados al Plan República que procedió a constatar antes de su aceptación.
Son alrededor de los 10 de la noche y ya se ha entregado el material electoral de todas las mesas, y, mientras los votantes y los candidatos eran consumidos por los nervios a la espera del resultado de voz del árbitro electoral, los miembros de mesa realizábamos las auditorías.
Se colocaron en una caja el número de cada mesa, y, “una mano ingenua” procedió a extraer al azar el papelito de las tres mesas a auditar.
El trabajo lo realizamos los miembros de las otras mesas en presencia de los “colegas” de las mesa auditada, y se permitió también la presencia de los ciudadanos.
En medio de una gran tensión no apta para cardíacos, el Plan República procedió a entregar el material electoral de la mesa elegida, y se revisó los resultados de las boletas.
Se rompió la cinta adhesiva con que la caja fue sellada, se escribieron los nombres de los candidatos en el pizarrón y comenzó la verificación de los resultados contándose cada “recibo electoral”, verificándose también el número de votantes en el cuaderno.
Si la elección se realizó transparente y limpiamente por los miembros de mesa, ante los ojos sin descanso de los representantes de los comandos de los candidatos, el número de “papelitos” coincide con los resultados arrojados por la boleta emitida por la máquina; incluso, si un papelito faltara, bien sea porque algún elector por falta de pericia votó nulo y rompió el recibo, las faltas de ese tipo debían ser registradas por el secretario en la hoja de observaciones.
Es un trabajo arduo de verificación a prueba de cansancio y, a ratos, interminable.
Las auditorías continuaron hasta concluir con las mesas correspondientes, pese a que, pasada ya la medianoche, el CNE haya anunciado los resultados. El material electoral de las mesas auditadas nuevamente se cierra y, junto con los documentos que avalan la conclusión del proceso, se entrega al Plan República.
Nadie ha descansado ni un solo instante. Y, en plena madrugada, en la U.E. Antonia Esteller, comienza la gran paradoja de las presidenciales: los chavistas se unen a la celebración nacional, pero ven perder a su candidato en los centros electorales de su comunidad, mientras que la oposición celebra la victoria de su representante en el centro electoral, aunque se quede sin el sabor de la victoria nacional.
Fuente: Panorama