Como un año de colas calificaron los guaros el final de 2014. Muchas personas modificaron sus hábitos, hicieron amigos, enemigos y hasta se ganaron problemas en las colas para buscar la “papa”.
Otros, hasta encontraron el amor de su vida por tantas horas en una fila, mientras que las amas de casa que trabajan, se lamentan que emplearon los fines de semana libres metidas en una cola.
En cadenas de alimentos públicas y privadas, todos relatan que les queda una vivencia de las “colitas”, porque ahora sus vidas están marcadas.
María Perozo, una mujer de 57 años, relata que sus días se fueron entre el trabajo en las semanas como bedel en una escuela, pero también al salir de laborar, se caminaba por tres horas el centro para tener en su casa harina, aceite, mantequilla, pollo y carne.
Recalca que es una mujer guerrera y que lo único que la paró de su búsqueda fue la chikungunya que la tumbó. “Me tullí en una cama y no pude salir por unos días. En ese entonces, mi hija llegó a comprar harina en 23 bolívares en la bodega, porque yo no podía ni caminar”, comenta.
Los hombres de la tercera edad comentan que hicieron guardia, esperando que las hijas salieron del Mercal, Pdval, Bicentenario, Central Madeirense o de un chinopara ayudarles con las bolsas.
Carlos Moreno, un jubilado de 75 años, cuenta que se dedicó a esperar a su hija por más de siete horas fuera de los supermercados cuando había leche o harina, pero siempre estaba “mosca”, porque ya antes le robaron su camioneta casi frente a sus ojos en un megamercal.
“Pagué 40 mil bolívares para que me la devolvieran”, comenta con rabia, pero dice que ahora le tiene un GPS instalado.
Las madres buscando pañales también vivieron horas dentro de Farmatodo para tener a sus niños sequitos, tal como lo explica Milagros Sánchez, una joven con su niño en brazos.
Yareliz Piña | La Prensa