Juan Guaidó, ahora expresidente interino -si esa figura no se eliminó también-, solo dispuso de unos escasos minutos para despedirse de la presidencia de la Asamblea Nacional en la sesión de elección y juramentación de la nueva directiva «exterina» del órgano legislativo producto del mayor triunfo electoral de la oposición en 2015. La AN estará ahora comandada por tres mujeres, a tono con los tiempos, pero todas ellas viviendo fuera del país. Como otros asuntos de mayor calado no se conoce una explicación para tal decisión. Tampoco se sabe quiénes integrarán la comisión que asumirá las funciones ejecutivas de gobierno.
La mayor parte de los venezolanos -incluidos esos 7,5 millones que se vieron forzados a emigrar- están hastiados de un régimen que desde su instalación en el poder se dedicó a gobernar contra ellos con descalificaciones y un desprecio absoluto por dar cuenta de sus actos. Las malas mañas del chavismo parecen, sin embargo, trascender sus ámbitos oscuros. El conjunto de la oposición venezolana está en deuda con el país que la votó y la hizo mayoría.
El muy destacado economista Ricardo Hausmann lo resumió en una frase: «Creo que parte del problema es que faltan instancias democráticas para que los que pretenden liderar a la oposición democrática requieran de nuestro voto». El historiador y profesor universitario Elías Pino Iturrieta lamentó que «sigue sin aparecer una explicación densa sobre la liquidación del interinato, escrita por un dirigente de los principales» (se supone que del G3). Un editorial anterior de El Nacional, en esa línea, cuestionó la pobreza argumentativa del comunicado que anunció la muerte del gobierno interino.
También en estas páginas virtuales de El Nacional -las físicas están secuestradas por el régimen, ya lo sabemos pero no hay que olvidarlo- el abogado y profesor en Derecho Internacional Adolfo P. Salgueiro observa que lo que pasó en la AN opositora «ha generado indignación, desazón y hasta incredulidad». Pero lo peor, subraya, es que los ciudadanos aquí y en el exterior «han venido perdiendo el interés en el acontecer político nacional a medida que comprueba la poca capacidad y el mucho egoísmo que anima a quienes se proclaman como ‘dirigentes”.
A eso apuntó, de alguna manera, Guaidó en su apresurado discurso de despedida cuando dijo que era necesario volver «a la política y a la sensatez», términos que deberían ser sinónimos pero de muy difícil encaje en la desunida y errática oposición venezolana. ¿Pudo Guaidó esbozar, al menos, tres, cuatro o media docena de ejecutorias de su presidencia de la AN y del gobierno interino? Prometió el informe de gestión para después. Estuvo mejor al día siguiente, Día de Reyes, en fuerza y convicción, en un mensaje por sus redes sociales del que vale destacar una obviedad que ha sido desechada: «La pelea no es entre nosotros, es con Maduro».
¿Es posible exigir a la “oposición democrática” que se comporte como tal? ¿Es posible que quienes pretenden ser “dirigentes” escuchen el clamor de ciudadanos, asociaciones y organizaciones civiles que tienen voz propia?
¿Es posible que se considere a los venezolanos más que votantes? Los venezolanos queremos una política que haga posible la victoria que saque al país de la humillación y la ignominia.
Editorial de El Nacional