Antoine Griezmann acudió este sábado al rescate del Atlético de Madrid contra Girona al anotar dos tantos en la victoria por 3-1.
El podio, aún difícil, ya no lo es tanto. Son cuatro puntos de distancia. La diferencia particular, a favor del Atlético, que espera ya cinco puntos por delante en la cuarta posición el resultado dominical del Athletic Club contra el Villarreal, después de borrar al Girona desde el cuarto de hora hasta el final. Es su quinta derrota consecutiva como visitante.
Y el trigésimo sexto triunfo en sus últimos 40 partidos como local del Atlético. Una victoria reafirmante rumbo a Dortmund, donde aguarda un desafío enorme el próximo martes en los cuartos de final de la Liga de Campeones, en el intimidante Signal Iduna Park, después de otro esfuerzo como el que supuso levantar un 0-1 en contra, pero con descansos en el once.
Antes del minuto 3 y medio, el Girona y Savinho, un futbolista vertiginoso, imparable, ganaban en el Metropolitano con toda la naturalidad del mundo, con la misma que asume su tercera posición, con la misma que ha asombrado a toda Europa, en esa pugna aún que sostiene por entrar en una histórica Liga de Campeones, impensable hace unos meses.
La carrera del extremo brasileño fue portentosa, bendecido por los pasos en falso de De Paul y Molina. Abierto el terreno a su paso, fue inalcanzable para cualquiera que salió a su encuentro, en una carrera diagonal que destrozó la estructura defensiva del Atlético, conectó con Yangel Herrera, a su vez con Yan Couto y finalmente con Dovbyk. Un golazo.
Porque el Atlético llegó tarde al partido. Al inicio, a cada lance, a cada momento trascendente de la puesta en escena.
Quizá por el efecto del transcurso tan solo de 60 horas desde el duelo de la Liga de Campeones del pasado miércoles, quizá por la responsabilidad que lo aguarda el martes en Dortmund, quizá por la hora tan inhabitual… Un hecho con causas diferentes.
Entre seis rotaciones (Witsel, Giménez, Azpilicueta, Lino, Llorente y Morata pasaron al banquillo respecto al pasado miércoles), especialmente notorio fue en algunos jugadores. En De Paul, por ejemplo. No entregó un buen balón en todo el primer tramo. En Reinildo, que no jugó de inicio contra el Dortmund.
El mozambiqueño, un especialista defensivo, aún debe retomar su ritmo, su altura y su dimensión, tras los ocho meses de baja. En el intermedio, Simeone prescindió de él para dar entrada a Witsel, capital en la defensa.
El tiempo, aún más otro contragolpe amenazante de Savinho, desperezó al Atlético, que no había dado una hasta entonces. Expuesto y manejado por el Girona más allá del primer cuarto de hora, sin ni siquiera un mínimo ‘mordisco’ en el otro área, instante a instante, pasito a pasito, empezó a reencontrarse. Sobre todo, Griezmann. Un hombre fundamental.
En cuanto se desplegó mejor, en cuanto se aplicó en la presión, en cuanto le puso más intensidad, retorció el encuentro, aplacó al Girona -su salida rapidísima liderada por Savinho, que aún puso en jaque más veces a la defensa rojiblanca- y se encontró de repente con el 1-1, en un saque de falta de Griezmann que remató Hermoso y golpeó en la mano desplegada de Miguel Gutiérrez, que lo asumió con rostro de frustración. Penalti.
La pena máxima la transformó Griezmann, pegada al poste izquierdo de Gazzaniga, quien se estiró para ese lado. Era imparable la colocación del zurdazo. El 1-1.
Nivelado el marcador, reequilibrado el propio Atlético, lesionado Saúl Ñíguez, en el campo Morata, el 2-1 fue por obra del delantero internacional español. Fue a por un balón al que no reparó nadie, evitó su salida por la línea de fondo y puso un centro perfecto al cabezazo magistral de Correa.
Es el Atlético, incomprensible al principio, ganador al intermedio, concluyente instantes después, como lo suele ser tantas y tantas veces Griezmann, su mejor jugador. Ni siquiera en tiempos menos productivos (un gol en sus últimos doce encuentros antes de este sábado, eso sí fue contra el Inter para iniciar la remontada) admite duda su ascendencia.
Dentro del área, en un rebote, con un balón suelto, conectó un derechazo contra el larguero que batió a Gazzaniga sin ninguna opción para el portero, como tampoco la había tenido su equipo desde mucho tiempo atrás, casi desde el gol o desde aquel contragolpe que sirvió al Atlético para darse cuenta de que ya estaba jugando un partido que después fue todo suyo.
Cierto que después, ya con 3-1, Dovbyk falló una ocasión que debía haber sido gol o gol. O que Yangel Herrera probó a Oblak desde la lejanía, nada del otro mundo, sencillo para la estirada del guardameta esloveno.
A la vez, Nahuel Molina perdonó el 4-1 en el otro área, al culminó con potencia y desatino otra presión ingonernable sobre el Girona, aún en la tercera plaza que pretende el Atlético. Cuatro puntos de diferencia, 21 puntos en juego.
EFE