Gabriel Boric, presidente de Chile, declaró a los medios después de reunirse en la Casa Blanca con el mandatario de Estados Unidos, Joe Biden / Foto EFE
Sumar aliados internacionales para la causa democrática en Venezuela es una tarea primordial. La oposición venezolana demostró su apego a la vía democrática y pacífica con la realización de la primaria y todos sus efectos: una alta participación que superó los cálculos de unos y otros y la elección y proclamación de su candidatura unitaria para las elecciones presidenciales del segundo semestre de 2024.
El Acuerdo de Barbados, que el régimen celebró con más entusiasmo que la propia oposición, diseña una hoja de ruta que compromete a todo el mundo político nacional y también a los gobiernos que estuvieron presentes, como el de Colombia, por ejemplo, que proclamó su «trascendental papel» en la firma del acuerdo, y también a los de Argentina, Brasil, México, Rusia, Países Bajos, Estados Unidos, Francia, Canadá y Noruega, país facilitador de las negociaciones. Y, por supuesto, a la contraparte, la delegación que representó a Maduro, que pasó muy rápido de la alegría al pataleo. Por ahora.
Ha sido, sin embargo, un gobierno ausente en Barbados, el que encabeza Gabriel Boric en Chile, el que ha salido a renovar su compromiso con la celebración de elecciones libres en Venezuela, que es el asunto clave de lo acordado en la isla caribeña, a cambio del alivio de algunas sanciones, medidas coercitivas unilaterales en el verbo oficial.
Boric -un presidente más apreciado fuera de sus fronteras porque vive un complejo proceso político en su país- ha mantenido una línea coherente en sus relaciones exteriores en la defensa de los derechos humanos, independientemente del gobierno que los vulnere. Lo que ratificó esta semana en Washington tras reunirse en la Sala Oval de la Casa Blanca con Joe Biden.
El mandatario chileno cuestionó tanto el ataque terrorista de Hamás como la respuesta desproporcionada de Israel y, con relación a Venezuela, valoró positivamente que Estados Unidos aflojará en la aplicación de algunas sanciones al régimen de Maduro, pero manifestó su voluntad de seguir trabajando porque se realicen elecciones en las que compitan «todos los candidatos que así deseen hacerlo y que cuenten con las garantías que establece la misma democracia». Es un detallazo que hay que agradecer sin reserva alguna.
Hasta el diario español El País, asociado a la defensa del progresismo autóctono y latinoamericano, le recuerda a Nicolás Maduro en su editorial de ayer que “tiene en su mano respetar el derecho de la oposición a escoger con libertad a sus candidatos y continuar con el proceso de negociación si quiere que el resultado de las elecciones de 2024 sea legítimo”.
María Corina Machado, la candidata aclamada el 22 de octubre, en un foro con el think tank Diálogo Interamericano dejó claro que además de ganar la confianza de los venezolanos que no votaron en la primaria, también hay que hacerlo con actores internacionales, incluso los que «se han mostrado cercanos» al régimen de Maduro.
Una salida democrática a la agobiante crisis venezolana es urgente para el país y sus sufridas mayorías y es conveniente política, social y económicamente para toda la región. Despejar la vía -como define Machado esta fase- requiere más compromisos como el de Boric y perseverar a toda costa en la línea trazada.
Editorial de El Nacional