Golpe al turismo

Una vez más se impone a la totalidad de la población una severa restricción del consumo de bebidas alcohólicas. Una prohibición que pareciera inspirarse más en la tradición islámica que en nuestras cristianas costumbres.

 

Con la “Ley Seca”, como se ha venido denominando la disposición que comentamos, intentan impresionar al común de la gente exhibiendo un proteccionismo cuya eficacia es desmentida por la numerosa cantidad de accidentes fatales que se suceden durante los períodos de obligada continencia y sobriedad.

 

Se ha racionado la venta de licor los primeros días de la Semana Mayor y se ha impuesto la absoluta prohibición de su consumo los días Jueves y Viernes santos, así como el Domingo de Resurrección. Una medida que –como toda normativa que pretende reglamentar el comportamiento ciudadano a la vez que culpabilizarlo–, además de ser burlada por quienes se adelantan a los acontecimientos y se apertrechan de licores y aguardiente, perjudica a un importante sector del país, el turístico, cuyas actividades se minimizan ante la imposibilidad de ofrecer al público siquiera una cerveza para acompañar la comida.

 

Los hoteleros y restauradores que, en Margarita, Mérida, Puerto La Cruz o el litoral guaireño, esperan ansiosos la temporada vacacional ven frustradas sus expectativas ante una medida que no es aislada, sino que forma parte de una política orientada a constreñir las potencialidades de una industria que, sin chimenea alguna, es fuente segura de empleo y desarrollo, tal como lo demuestran los países donde el turismo es atendido con seriedad. La misma Cuba es ejemplo de ello.

 

La “nacionalización” de hoteles para ponerlos en manos de operadoras cubanas, el cierre de casinos, la expropiación de navieras y terminales marítimos o las trabas en el otorgamiento de divisas a las líneas aéreas para la adquisición de repuestos y equipos son apenas muestras de un proceder basado en la indigestión ideológica de que la actividad turística es una desviación “pequeño burguesa”. Un proceder que se ha convertido en conducta oficial y cuyo ejercicio amenaza la supervivencia de un factor dinámico de desarrollo que debería contar con el aliento y estímulo del Estado.

 

Fuente: EN

Editorial de El Nacional

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