Moderno y discreto, el próximo monarca, que reinará como Felipe VI, ha sido educado a lo largo de toda su vida con el único objetivo de convertirse en jefe de Estado, una responsabilidad que asumirá a los 46 años
Nacido el 30 de enero de 1968 en Madrid, desde muy pequeño tanto el rey Juan Carlos como su esposa, la reina Sofía, lo educaron para ocupar un día el trono.
Educado en España y en el extranjero y con formación militar, «su meta, su única meta, es servir a España. Está imbuido (en la idea) desde muy adentro que él tiene que ser el primer servidor», confesó en una ocasión la Reina.
Su misión es garantizar la continuidad de una monarquía parlamentaria instaurada progresivamente tras la llegada al trono en 1975 de Juan Carlos, designado por el dictador Francisco Franco como su sucesor.
Su gran desafío es convencer a un país donde el respaldo a la monarquía alcanza mínimos históricos tras una serie de escándalos que a él no lo han afectado directamente.
De semblante grave pero sonriente y más reservado que su padre, el futuro rey sufrió durante mucho tiempo la comparación con Juan Carlos, en una España donde muchos se declaraban más juancarlistas que monárquicos.
Pero los repetidos problemas de salud del monarca, su polémico viaje en abril de 2012 para cazar elefantes en Botswana y la investigación por corrupción a su hija menor, la infanta Cristina, y al esposo de ésta, Iñaki Urdangarin, hundieron la popularidad del rey.
Imagen de normalidad
En cambio, la imagen del príncipe subía. «La figura del Rey ha sufrido un deterioro y la del Príncipe de Asturias se consolida como la de una persona que está muy preparada», decía a inicios de 2013 el profesor de Derecho Constitucional Antonio Torres del Moral.
De ojos azules y casi dos metros de altura, el elegante Felipe se esforzó por dar una imagen de proximidad y modernidad. Un objetivo al que contribuyó su matrimonio en 2004 con Letizia Ortiz, una plebeya, divorciada y periodista, algo inédito en la historia de la monarquía española.
De su matrimonio, nacieron sus dos hijas: Leonor, en octubre de 2005, y Sofía, en abril de 2007.
El enlace también sirvió para terminar con los constantes rumores amorosos de uno de los solteros más cotizados de Europa. Atractivo y poderoso, a Felipe de Borbón se lo relacionó con la noble Isabel Sartorius, la estudiante estadounidense Gigi Howard y la modelo noruega Eva Sannum.
Se dice en España que, tras los nacimientos de la infanta Elena en 1963 y Cristina en 1965, el rey Juan Carlos había perdido el conocimiento durante unos instantes de alegría al comprobar que su tercer hijo era un varón, y tenía por tanto un sucesor en el trono.
Aprendiendo a ser rey
En 1977, con nueve años, un «principito» de pelo rubio dio su primer discurso público ante las Cortes españolas al ser nombrado Príncipe de Asturias y heredero de la Corona.
Tal vez la mayor lección para él llegó cuatro años después cuando, el 23 de febrero de 1981, asistió junto al rey al intento de golpe de Estado del teniente coronel Antonio Tejero.
«Su padre quiso que estuviese en el despacho para que lo viese actuar», relató Sofía en el libro «La reina» de Pilar Urbano.
«Hizo bien, porque cuando se es un muchacho de 12 años, esas escenas, esas actitudes de firmeza del padre, esa lucha por ganar para los españoles la libertad y la democracia, todo eso se graba en la conciencia y es una lección inolvidable», añadía la madre de Felipe.
Tras estudiar en Canadá, entre 1985 y 1988 cursó en las academias militares españolas de Tierra, Mar y Aire, a las que siguieron cinco años más en la Universidad Autónoma de Madrid, donde estudió derecho y materias de economía, y un máster de relaciones internacionales en la Universidad de Georgetown, en Washington.
Al volver a España, empezó a intensificar su presencia en actos oficiales, especialmente en el extranjero gracias a su buen dominio del inglés.
También habla con fluidez el catalán, una virtud especialmente apreciada en Cataluña, gran región del noreste de España con una marcada identidad y pretensiones independentistas reforzadas por la crisis económica, lo que tensó sus relaciones con Madrid.
Desde 1996 era el representante español en las tomas de posesiones de los presidentes latinoamericanos, al tiempo que concedía audiencias y presidía la Fundación Príncipe de Asturias, que otorga anualmente los premios homónimos.
Después, las numerosas operaciones quirúrgicas del rey desde 2010 llevaron a que el Príncipe asumiera el papel de éste en numerosos actos oficiales.
Piloto de helicóptero y futbolista amateur, el futuro Felipe VI es un gran aficionado al deporte, como marca la tradición familiar. Participó incluso en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992 con el equipo de vela, y fue abanderado de España en la ceremonia inaugural.
Fuente: Infobae