Casas, parroquias y asociaciones de vecinos de las favelas cariocas ofrecen camas, colchones o cualquier espacio en el que colocar un saco de dormir para recibir a parte de los cientos de miles de peregrinos que acuden a Río de Janeiro para ver al papa Francisco.
Las favelas Chapéu Mangueira y Babilonia, dos de las que se alzan en un monte escarpado sobre la playa de Copacabana, son el destino de muchos los peregrinos que viajaron a Río para participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) la próxima semana.
María Inez Nóbrega, la coordinadora de la iglesia Nuestra Señora del Rosario, ubicada a las puertas de estas favelas, explicó a Efe que hubo un «control riguroso» para seleccionar a los residentes que recibirán a peregrinos.
«Si el candidato es un hombre que vive solo y es soltero, no puede hospedar a chicas. Los peregrinos que van a casas cuentan con una carta del obispo de su ciudad natal, es una cosa seria, hay que tener respeto. Para alojar a chicas es preferible que sea una familia, donde podemos asegurar que no hay malicia «, indicó.
A las dificultades normales de una ciudad extraña, las favelas plantean una adicional: sus calles laberínticas, con numeración aleatoria, que obliga a que voluntarios de la iglesia les acompañen a sus alojamientos.
Roberto Ribeiro, de 21 años, vive solo en lo alto de Babilonia, donde cuenta con una vista privilegiada de la playa de Copacabana y las montañas que componen el paisaje carioca.
Ribeiro, que por las normas de la iglesia acogerá a un peregrino varón, dijo que no tiene problemas en recibir a extraños porque viajó para hacer intercambios y se quedó en casa de otros. «Es bueno para hacer amistades y conocer gente», comentó.
El joven, que estudia Relaciones Internacionales y ha montado una empresa de importación, también vivió cinco años en Suecia y habla inglés, italiano y sueco.
«Yo tengo condiciones para salir de la favela, pero no quiero alejarme de mi madre, ella necesita ayuda aquí», relató el joven estudiante.
En la entrevista, la parroquia pregunta por dos cuestiones, familia y espiritualidad. Ribeiro fue aprobado, a pesar de que asegura que no se define como «seguidor de ninguna religión», aunque asevera que cree en Jesús y en la Biblia.
En una explanada en Babilonia, una monja estadounidense buscaba una señal de internet con su teléfono inteligente y lamentó no haber traído a Brasil su iPad.
La hermana Alice, de 55 años, originaria de la casi desértica Arizona, comentó que «nunca había visto tanta agua» en su vida, en alusión a la espléndida vista del Atlántico que sirve de zócalo a la favela, adonde llegó por casualidad y a última hora.
«Nadie conocía Brasil, así que no tenía idea de adónde íbamos. Nos íbamos a quedar en otro lugar, pero terminamos aquí. Ahora veo la mano de Dios, porque nunca hubiéramos encontrado este lugar sin él», dijo la hermana, que se alojó en un hostal junto a otros 27 miembros de su congregación.
«Esto no existe en el lugar donde vivo. Es muy edificante. Y cuando reúnes a tantos estudiantes para orar, eso puede transformar el mundo», dijo la monja, observando de cerca la maraña de casas que emerge de las colinas.
La hermana también habló con pasión de la JMJ y de su expectativa de juntarse con millones de jóvenes con los que está vinculada por la espiritualidad.
«Creo que las personas mayores a veces piensan que son ellos los únicos que tienen una relación con Dios. Pero cuando vemos a tantos jóvenes, muchos adolescentes con una visión como la nuestra, no nos sentimos tan solos. Unir estas lenguas y culturas con sólo un propósito es maravilloso», manifestó la hermana.
Fuente: UN