Fallecen nuestros niños

Fallecen nuestros niños



Mientras Nicolás Maduro y Cilia Flores están en conversaciones con el gobierno de Estados Unidos para ver cómo le sacan provecho a los pobres ciudadanos estadounidenses que todavía quedan presos, y aún quedan ánimos de celebración en Miraflores por el retorno de los queridos sobrinos, los hijos de las venezolanas fallecen por causas que pudieron ser evitadas.

 

 

El domingo murió Gabriel Sarría, de 9 años de edad, en el hospital J. M. de los Ríos. El niño tenía una enfermedad renal crónica, pero su familia y los médicos dijeron que apenas estaba entrando en la etapa V; es decir, sus riñones ya le estaban fallando, aunque todavía había procedimientos que pudieron ayudarlo. Aunque sea difícil de entender, este padecimiento no es necesariamente una sentencia de muerte si el paciente cuenta con los niveles de atención que requiere.

 

 

Y en Venezuela los hubo, en ese mismo centro asistencial se salvaron muchas vidas como las de Gabriel, antes de que viniera la revolución chavista y acabara con todo. La responsabilidad es de Hugo Chávez y del mismo que está preparando la gran bienvenida de sus sobrinos. Porque el hospital de niños J. M. de los Ríos fue referencia continental y su servicio de Nefrología uno de los mejores. Claro, con médicos venezolanos y un presupuesto que permitía mantener todas las salas y equipos en perfecto estado.

 

 

Por esta condición de enfermedad renal ya han muerto en lo que va de año 10 niños venezolanos. No hay perdón para el que, teniendo el poder y los recursos, deje que esto suceda.

 

 

Pero el mismo día en que falleció Gabriel, murieron tres niños más, esta vez por desnutrición, y que se sepa, porque esto puede estar ocurriendo sin que ninguna organización gubernamental (que son las que trabajan) se haya dado cuenta. En esta oportunidad lo comunicó Caritas-Portuguesa, que lleva un programa para atender a niños y embarazadas desnutridas. Los pobres angelitos no pasaban de 2 años de edad y sin embargo pesaban entre 4 y 6 kilos. Cuando los especialistas de la ONG comenzaron a tratarlos para ver si podían sacarlos de esa condición, ya era demasiado tarde. Es un dolor muy grande, pero como se dijo antes, es algo que se está repitiendo a cada minuto en un país abandonado a su suerte.

 

 

Cuando los medios de comunicación afirman que la solución para Venezuela debe ser urgente no es porque se hable de un cambio político nada más, ni de que se quiera implementar un nuevo modelo económico o se quiera pintar de nuevo la fachada del Palacio Legislativo, que devuelvan la estatua de María Lionza o que no se acepte el nuevo nombre de la autopista Francisco Fajardo. O, con razón, que se quiere expulsar a la guerrilla que ya llegó a La Casona.

 

 

Cuando se habla de una solución que no se demore tanto como unos cuantos desayunos y almuerzos en México en una mesa de negociación fatua es porque lo que hay que arreglar ya, sin pérdida de tiempo, es este sufrimiento del venezolano. La ayuda humanitaria en cantidades apropiadas no para comunidades piloto, que es lo que puede hacer Cáritas en Portuguesa, sino para cada rincón en donde se identifique un desnutrido. Dotación real para todos y cada uno de los hospitales, reanudación de los trasplantes. Es eso lo que interesa y ni siquiera para eso, para acordar la ayuda masiva e inmediata a la población, han podido ser eficientes los chavistas.

 

 

Con el resultado de las conversaciones privadas con el equipo de Biden se sabe que el interés de la cúpula chavista es el propio, pero eso nunca se ha puesto en duda. ¿La oposición va a seguir esperando?

 

Editorial de El Nacional

 

 

 

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