Como la mayoría de las ficciones, George R.R. Martin, autor de Game of Thrones, tomó prestados conceptos de la vida real para incorporarlos en su mundo de fantasía. A través del ensayo Game of Thrones Trial by Combat: An Unlikely Duel, un investigador profundizó en este aspecto de la historia que transcurre enWesteros.
El Dr. Steven Isaac es un profesor de historia medieval en la Universidad de Longwood, en Virginia, Estados Unidos. El investigador publicó un ensayo donde pone el concepto de «juicio por combate» que aparece en la serie de HBO Game of Thrones dentro de un contexto histórico.
Un duelo desigual
En uno de los giros de la serie, Tyrion Lannister, acusado de matar a su sobrino, el rey Joffrey, encuentra un sorprendente aliado con quien tiene un objetivo en común, el príncipe Oberyn Martell. Mas allá de los resultados del combate, los motivos de Martell son personales: él busca venganza, no la inocencia de Tyrion, por lo que accede a defenderlo enano en un juicio por combate. Esto es clásico enGeorge R.R. Martin: la complejidad de motivos, la sofisticación de los movimientos, contra-movimientos y capas de mentiras en las historias.
Se han generado miradas simplistas sobre la justicia medieval y la práctica de la ordalía (o «Juicio de Dios»), una institución jurídica creada para determinar la culpabilidad o la inocencia del acusado, sometiéndolo a pruebas peligrosas y dolorosas bajo la creencia de que su supervivencia dependía de lo sobrenatural o lo religioso.
El juicio por combate es uno de los últimos coletazos de esta práctica ignorante y supersticiosa, antes de que el Renacimiento y la Ilustración nos dieron reglas adecuadas para la recolección de evidencias y para el procedimiento legal. La narración de Martin demuestra como Tyrion, Cersei, Oberyn y los demás calculan hasta la enésima potencia las ventajas que sacaban en su beneficio al manipular las reglas.
Tal «sofisticación» era típica de la Edad Media. Los litigantes medievales sabían muy bien que la justicia estaba lejos de ser ciega. Que era, de hecho, totalmente abierta a la manipulación. Fue una de las razones por las que se dejó de utilizar la ordalía como una manera de verificar la veracidad del testimonio.
Ordalías largas y complejas
Los tormentos por fuego, por hierro o por agua eran las formas de probar la veracidad de los testigos, especialmente cuando tantos casos eran de la variedad «él dijo / ella dijo». Un anticipo de lo que sería la tortura. Es cierto que en un primer vistazo a los documentos medievales, parece que se trataba de la solución preferida en casi todas partes.
Pero la realidad indicaba que los largos y complejos preparativos de las ordalías daban a los litigantes el tiempo suficiente para calmar los ánimos, e incluso a buscar un arreglo. O que podían declararse culpable con tal de evitar los tormentos.
Un estudio muy citado del profesor Stephen White describe cómo muchos demandantes con frecuencia evitaban someterse al dolor de las ordalías y forzar una resolución. Buscando estadísticas para una zona de Francia, Bruno Lemesle calculó que menos de la mitad de las ordalías propuestas se llevaron a cabo. Y que solo alrededor del 10-13 por ciento de los litigantes proponían utilizarla. En cambio la demanda, contra-demanda y los arreglos dominaron las resoluciones judiciales.
William Rufus, hijo de William el Conquistador, vio como un campesino era sometido al calvario de la ordalía del hierro caliente acusado de matar a uno de los ciervos del rey. Enfurecido, preguntó: «¿Es Dios un buen juez? ¡Al diablo con todo aquel que así lo crea! Él va a responder por esto de acuerdo a mi buen juicio y no el de Dios, el cual se inclina hacia uno y otro según la voluntad de cada persona».
Juicio por combate
En cierto modo, el juicio por combate evitaba la interferencia humana ya que cualquiera fuera el resultado, era definitivo. Esto puede explicar por qué su popularidad continuó hasta bien entrada la Edad Media.
Y sin embargo, el elemento humano siempre estaba presente. El juicio por combate, o «duelo judicial», siguió existiendo incluso luego de la ordalía, pero era mucho menos practicado, tal vez por la misma razón de que era tan definitivo. Lemesle encontró que apenas una de cada dos ordalías eran ejercidas. Para los combates la proporción se redujo a uno de cada siete. Una explicación es que el hecho de proponer un duelo era una postura de negociación tan agresiva que obligaba a las partes a sentarse a arreglar.
Por eso no sorprende que las personas involucradas en este tipo de asuntos iban a lo seguro. A ganar. En 1069, la abadía de Marmoutier trató de inducir un juicio por combate. Pero sus oponentes, los monjes de La Trinité, reconocieron que un luchador al que otros apostaban regularmente en esos duelos era el contendiente. Tras perder a su as secreto, los monjes de Marmoutier aceptaron llegar a un acuerdo negociado.
Al finalizar su ensayo, el Dr. Steven Isaac concluye: «Recientemente fui convocado para ejercer como jurado. Todo resultó debidamente: sin traiciones Lannister, sin histrionismo, y ciertamente sin combate físico. Nosotros, los miembros del jurado, tomamos nuestros lugares. Y el acusado aceptó un acuerdo con el fiscal en cuestión de segundos. No todo el mundo está tan desesperado como Tyrion, o es obsesivamente vengativo como el Príncipe Oberyn. Ni siquiera en la Edad Media».
Batanga