Cuando un hijo le confiesa a un padre o una madre, que fue abusado sexualmente por una persona cercana a su núcleo familiar o por un externo, el instinto se antepone a cualquier otro sentimiento.
Para Zoilamérica Narváez, las cosas no ocurrieron así. Su madre, Rosario Murillo, primera dama de Nicaragua, no le creyó que Daniel Ortega, hoy dos veces presidente de ese país centroaméricano, fuera su victimario.
Transcurrieron 20 largos años, 13 de ellos bajo asedio, para que todo saliera a la luz. Hace dos meses, un documental recogió la historia con un objetivo social claro.
A los 9 años y durante el exilio
Todo comenzó en San José, Costa Rica, cuando Ortega y su familia huyeron de la dictadura somosista en 1978. La vivienda de el núcleo de exiliados nicaragüenses era, según el relato de Zoilamérica, el sitio donde inició el abuso de poder que derivó en el de tipo sexual, perpetrado por un hombre que se perfilaba como uno de los más fuertes en su país. El guerrillero era miembro de las filas del Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN).
Zoilamérica Narváez habló con Biobiochile, desde el exilio e irónicamente de la misma ciudad donde dice que comenzó su suplicio. Se trata de la vida a la que asegura haber sido sometida por este hombre, quien prácticamente la hacía paralizarse del miedo cuando, con apenas nueve años, se metía a su pieza a realizar tocamientos.
La cineasta nicaragüense, Leonor Zuñiga, recoge el relato de Narváez, en el que se asocia el abuso de poder con el de tipo sexual. Junto a uno de sus hijos, la hijastra de Ortega cuenta su historia no para revictimizarse. “Tuve que explicarle a mi hijo que pasaron cosas feas con mi padrastro y que mi mamá no me creyó”, revela dentro de la producción.
“Para mi lo más importante (del documental) es que relata la historia de abuso sexual que yo viví durante los diez años de gobierno sandinista durante la revolución y que continuó a pesar de que Ortega ya no estaba en el poder, a traves de acoso sexual e intimidacion”.
Es un trabajo que según Narváez y su creadora, tiene por objetivo hacer entender al público que este delito, como el de violación, no deben callarse y que las víctimas tienen la oportunidad de recomponer sus vidas ayudando a otras a salir de esto, con su denuncia.
“El abuso sexual empezó en Costa Rica, a los 10 años; estaba aquí viviendo abuso sexual y hoy estoy aquí en condición de exilio, viviendo la persecución por el abuso sexual que denuncié. Yo permanecí cautiva en la casa de la familia hasta 1991 por lo tanto, contabilizan 13 años de abuso sexual”.
Narváez asegura que aún saliendo de la casa de los Ortega Murillo, siguió el asedio.
“Continué bajo una presión para atraparme y atraerme a ese escenario, a traves del acoso sexual permanente y la invasión de mis espacios personales: mi matrominio y mis hijos. Una presión y persecución constante que evidencia que para estas personas no hay límites. Se creen que en nombre del poder pueden llegar a una familia y decidir, como en el caso de los presos politicos, quien puede y quien no puede llegar a una acción”.
Y es que su madre, Rosario Murillo, sabía lo que pasaba en privado, según Narváez, pero públicamente optó por el silencio, ensordecedor para cualquier hijo o hija que ve a cualquiera de sus padres tomar partido en favor del presunto victimario.
“Es la misma posición que hoy este gobierno presenta, en el sentido de negarse a sí misma, primero la realidad que para toda madre resulta dificil, que tu compañero está ejerciendo violencia contra tu hija. mi madre tuvo más de una vez la oportunidad, y no solo por mi, sino por terceros que iban a ser los testigos de mi situación, y que le dijeron lo que estaba pasando. Sin embargo, se negó a creerlo y evidentemente frente a mi lo que hizo fue culparme”, dice a Biobiochile.
Exiliada: documental Zoilamérica Narváez
“Ya estás lista”
Cuando Zoilamérica tenía casi 12 años, Ortega le habría pronunciado una frase de terror para cualquier niña: “Ya estás lista”.
Para su hijastra, estaba claro que la pareja de su madre se sentía con el poder de vulnerarla y ella sin el suficiente para detenerlo.
“Precisamente es un intento de establecer que una niña puede recibir una violación sexual como más bien un premio al naciemiento de su adolescencia. Es este sentido de que servirle al ‘dios’ sexualmente, es un sacrificio que al final debe ser agradecido por la víctimas. Es lo que hoy pasa. Nicaragua hoy tiene que soportar toda esta represión porque este liderazgo un dia derrocó una dictadura”.
Estar presa de una situación de ese tipo y durante una década, es precisamente el motor que la impulsa a denunciar lo que denomina las violaciones a los derechos humanos en ese territorio centroamericano.
“No cabe en su mentalidad que existe la libetad personal para tomar decisiones en cada momento. Toda mi vida fue dictada por los deseos, por el anhelo, por lo que para Daniel Ortega y Murillo ha sido lo que debe ser mi destino, exactamente lo que hoy pasa con mi país”.
La Prensa / Nicaragua
El precio de denunciar a un “poderoso”
Fue el 22 de mayo de 1998 y tras casi 13 años de lo que Zoilamérica llama abuso, acoso sexual y violación, que decidió acudir a instancias judiciales de su país para denunciar al entonces diputado sandinista.
Ortega no acudió a la cita judicial que siguió a la denuncia. Se amparó en su inmunidad como parlamentario. Lo hizo 4 años despúes, en 2001, y para denunciar que él era víctima de “persecución política”.
Zoilamérica asegura que solo se amparaba en su figura para dejar que la impunidad imperara. Hubo además personas cercanas a Ortega, intentando hacer que ella lo “perdonara”.
“Enviados de la iglesia católica que siempre lamentablemente el nivel de la cúpula han mantenido un compromiso con el poder y por supuesto, personas que hoy están siendo perseguidas, pero que en aquel momento creían ciegamente en Ortega, se acercaron en nombre del vínculo político y personal que habían tenido con la familia y por ende conmigo, a pretender que me sintiera culpable de lo que había hecho, (denunciar) en nombre de la revolución y a tratar de convencerme de que retirara lo que podía considerarse una mancha en la biografía de Daniel Ortega”.
La jueza Juana Méndez, cercana a Ortega, según Narváez, realizó un juicio rápido en el que no se le permitió a la denunciante exponer sus argumentos. La jurista dijo que el caso prescribió porque “la parte acusadora no accionó en el momento en que tenía que hacerlo”.
“Se juega con la memoria. Hay ejercicio de la manipulación en toda la práctica política de Ortega y Rosario Murillo”, asegura, al recordar el juicio que duró tan solo dos días. “El más rápido de la historia judicial”, dice.
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