Una de las cosas que mejor aprendió Hugo Chávez de los cubanos fue reescribir la historia. Cada hecho, cada suceso, cada acontecimiento que había sido narrado por los mejores profesionales y académicos debía ser versionado para que acomodara el “parto” de la revolución bolivariana, así como hizo Fidel Castro en Cuba.
Chávez pintó hasta un nuevo rostro de Simón Bolívar y le dio a la épica independentista la lectura que él se imaginaba. Pero se encontró con un obstáculo: la historia contemporánea, pues allí los medios de comunicación impresos siempre han sido los más indicados si se quiere conocer la verdad. En esas páginas se cuenta cómo Venezuela pasó por dictaduras y regímenes torturadores hasta llegar a los años de democracia. Eso sí fue un parto, y eso lo escribieron los periodistas de El Nacional.
Son 78 años recogidos en fotos, historias, artículos de opinión, titulares, infografías, ilustraciones, editoriales y manchetas. El que quiera saber cómo llegó Marcos Pérez Jiménez al poder conseguirá hasta el último detalle firmado por algún periodista de El Nacional.
El que quiera rememorar cuántos muertos hubo en las dos intentonas golpistas de 1992, encontrará el dato certero y preciso, las fotos que respaldan los hechos, como las del piso del canal 8 lleno de sangre, en las páginas de El Nacional.
El que quiera enterarse del surgimiento y caída de Petróleos de Venezuela y bajo qué gobierno ocurrió la debacle, busque los textos de los reporteros de la fuente, pero también de los expertos en la materia y de los intelectuales que firmaban en El Nacional.
El que quiera saber de arte contemporáneo, de la grandeza de nuestros museos, de las colecciones más maravillosas o de los primeros pasos de gigantes como Jesús Soto, Carlos Cruz-Diez, Francisco Narváez y todos nuestros maravillosos artistas, consulte la sección de Cultura de El Nacional. Puede enterarse de la inauguración del complejo Teresa Carreño, de los festivales internacionales de teatro y del primer viaje del Metro de Caracas.
Pero también hallará los detalles del secuestro de William Niehous o del niño Vegas, el terrible crimen de los Fadoul y tantos otros casos que, resueltos en su momento, desgraciadamente evidencian hoy la destrucción de una fuerza policial y de investigación criminal que en algún momento tuvo fama en Latinoamérica.
Y quizás lo más importante. En esos diarios está la denuncia, el pedido de auxilio, la campaña solidaria, la exigencia de respeto de miles de venezolanos que encontraron siempre en los periodistas de este gran medio una vía para comunicarse con los que tomaban las decisiones a nivel local, estadal y nacional.
Porque la redacción del periódico nunca se separó de la gente. Su cuerpo redaccional, los profesionales que más de una vez arriesgaron su vida para contar lo que debía ser contado, siempre ha tenido como norte ser una herramienta para que los venezolanos puedan decir lo que necesitan y puedan enterarse de lo que pasa.
Esa es la historia que el régimen, desde que estaba vivo Chávez, nunca pudo ni podrá tergiversar, pues son varias generaciones de periodistas de El Nacional que llevan más de siete décadas siendo testigos y narradores con motivación social. Miguel Otero Silva lo concibió así cuando lo fundó en 1943 y esa siguió siendo la línea editorial durante todos estos años.
Por eso, a pesar de la pesadilla en la que el régimen trató de convertir la labor periodística de este medio, no dudamos en decir que El Nacional estuvo, está y estará siempre del lado de los venezolanos. Y como siempre, queda mucho por delante: “Caminante, no hay camino/se hace camino al andar…”
Editorial de El Nacional