Las emociones nos facilitan información de nuestro mundo interno y lo que creemos y pensamos, hay personas que las callan, minimizan y evaden a toda costa porque no saben qué hacer con ellas.
La comida es el primer vínculo que nos une a nuestros cuidadores, quienes generalmente son nuestros padres. Es en esa relación en donde establecemos el apego y empezamos nuestro aprendizaje del mundo. Ellos son quienes nos enseñan a través de su propio comportamiento la mejor manera de relacionarnos con nuestro entorno y con nosotros mismos, así como también con la comida. A veces nos premian con postres y porciones grandes o nos castigan privándonos de lo que más nos gusta o mandándonos a la cama sin cenar. De esta manera, vamos aprendiendo que la comida tiene una función que va más allá de quitarnos el hambre y de llenar nuestro estomago, ya que también satisface nuestros sentimientos.
Nuestros padres también nos enseñan a expresar o a callar nuestras emociones y a solucionar diferentes situaciones de una forma asertiva, evasiva o conflictiva. Es así como la familia se podría decir que se convierte en un laboratorio social en donde ensayamos y aprendemos muchos comportamientos que después trasladaremos al mundo real. Y como los hijos no vienen con un manual de instrucciones debajo del brazo, nuestros padres se basan en su propia crianza para formarnos, educarnos y guiarnos. Sin embargo, muchas veces más de las que quisieran, cometen errores en el camino, ya que a través de sus padres aprendieron que las emociones son símbolo de debilidad y que en este mundo para sobrevivir debemos ser fuertes.
Algunos padres se sienten incómodos hablando de las emociones y piensan que debemos ser prácticos y racionales. Sin embargo, las emociones tienen la función de facilitarnos información de nuestro mundo interno y de todo aquello en lo que creemos y pensamos. Hay personas que callan sus emociones y las minimizan y evaden a toda costa porque no saben qué hacer con ellas. Otras carecen de límites, hablando y actuando más de la cuenta y sintiéndose después culpables y avergonzadas. Es por ello que encontramos en la comida una forma consciente o inconsciente de afrontar nuestras emociones, de conectar con los demás y de temporalmente sentirnos bien. El problema es que no resolvemos la emoción y eventualmente nos vemos enfrentados a unos kilos de más y a una salud pobre por el abuso de alimentos poco saludables. Si eres de esas personas que se tragan lo que sienten busca nuevas maneras de manejar tus emociones.
Toma conciencia de tu comportamiento y elige hablar con una persona en la que confías. Da un paseo, escucha su mensaje y busca opciones y soluciones. No llenes vacios emocionales con comida cuando te sientes triste o ansiosa, sola o asustada. Busca siempre canalizar tu frustración, aburrimiento o soledad de una forma constructiva y efectiva. De esta manera, obtendrás excelentes resultados y te sentirás más confiada y tranquila.
fuente derf.com.ar