El portal EL/INTERÉS ha resumido en un párrafo las conclusiones del foro de Ecoanalítica sobre lo que se puede esperar en 2023 del desempeño económico del país, tras el frenazo de los meses finales de 2022 que dio al traste a la efímera e insostenible ilusión de «Venezuela se arregló».
«El dólar eventualmente va a seguir subiendo —hasta 62,5 bolívares para el cierre del año, ahora anda en 27—, el ingreso petrolero tiene un techo bajito, la inflación más alta del mundo sigue estando por aquí —228% es el cálculo—, el crecimiento de la economía es insuficiente, no se esperan aumentos del ingreso real de las personas y los servicios públicos seguirán en su estado deplorable por falta de inversiones».
El economista Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, apunta que el problema es que la economía venezolana está estabilizada en el foso. Es pequeña y frágil, muy volátil y triplemente desigual: entre el centro y las regiones, al comparar unos sectores económicos con otros, y socialmente, con segmentos de la población que viven en mayor precariedad que otros.
Oliveros añade que el sistema de precios está destruido, que hay enormes distorsiones en el mercado, el crédito es escaso y caro y hay baja competitividad en las empresas y en toda la economía.
Los datos del primer trimestre del año, según las organizaciones gremiales Consecomercio y Conindustria, son preocupantes. Las ventas de la actividad comercial son negativas con respecto al mismo período del año pasado y 70% de la capacidad industrial del país se mantiene ociosa.
El repunte económico experimentado en el primer semestre de 2022, de acuerdo con exposiciones en el foro de Ecoanalítica, fue inercial; derivado de la apertura al salir de la pandemia del covid-19, junto con la liberación de algunos controles, mayor dolarización, menos inflación y la sobredimensión de las expectativas.
Para este año la estimación del crecimiento de una economía que está en el suelo es de 3,4% según Ecoanalítica, como proyección de la contracción del consumo y de la actividad de muchos sectores experimentada en el primer trimestre, lo que ya se expresa en las calles con el incremento de la conflictividad social, en particular de los trabajadores y sus organizaciones sindicales y gremiales que denuncian la precarización de los salarios en un contexto inflacionario.
Aún así, en los agentes económicos persiste un prudente optimismo de una cierta mejora en el segundo semestre del año, como efecto de un posible incremento en el ingreso petrolero y en el consumo. Nada, en todo caso, que modifique el fondo del problema: una economía asfixiada por el Estado y sin perspectivas de reformas estructurales profundas que permitan revertir la pérdida de cerca de 80% del producto interno bruto (PIB) entre 2014 y 2021.
Editorial de El Nacional