“Eso no puede pasar aquí…”

“Eso no puede pasar aquí…”


 
Los venezolanos bien lo sabemos. No es fácil imaginar el derrumbe de lo que nos rodea. No es sencillo interpretar a tiempo los signos que anuncian males por venir. Nos rehusamos a atender las advertencias que algunos formulan, y apartamos hacia otro lado la mirada o les acusamos de aguafiestas. Más difícil aún es actuar preventivamente para contener el mal, antes de que su fortalecimiento haga muy ardua su eliminación.

 

 

El probable significado de la figura demagógica de Chávez en nuestra vida política no pasó inadvertido a todos, pero los avisos no repercutieron con la necesaria intensidad entre la gente. El mesianismo militarista conquistó y desbordó a un pueblo demasiado propenso a resucitar nuestro legado histórico, plagado de caudillismos estériles. No podíamos creer a los que nos amonestaban, hace ya más de dos décadas, por nuestra despistada tendencia a afirmar que “aquí eso no puede pasar”, con referencia a la posibilidad de que en Venezuela se repitiese, con matices propios, la dolorosa experiencia de la Cuba castrista. Pero ocurrió, y ahora entendemos que lo que parece imposible puede en ocasiones tomarnos por sorpresa.

 

 

Resulta casi siempre muy laborioso y exigente asimilar con la debida anticipación los síntomas del deslizamiento al precipicio político y social. La realidad es compleja y sus mensajes tardan en hacerse claros; en ocasiones, son demasiado sutiles o excesivamente brutales, lo cual puede aumentar las resistencias frente a los mismos. De paso, en estos tiempos cibernéticos la sobrecarga de información que consumimos termina por bloquear los sentidos. Procuramos defendernos de un entorno abrumador, que nos dificulta concentrarnos y nos empuja fuera de nuestra zona de confort psicológico. Con reiterada frecuencia nos engañamos a nosotros mismos.

 

 

La complejidad de una realidad cada día más enrevesada y confusa marcha en paralelo con nuestro deseo de reducirla a códigos de comprensión rápida y clara, todo lo cual genera choques constantes en nuestros esfuerzos de entender el presente, ensombreciendo de igual modo los contornos del porvenir. Las contradicciones y las paradojas son parte del equipamiento mental prevaleciente entre los individuos que poblamos las sociedades modernas, y ello se aplica también en un marco tan degradado como la Venezuela actual.

 

 

No somos, sin embargo, los únicos a quienes los fenómenos de negación de la realidad afectan o han afectado. Son numerosos los casos que pueden mencionarse, a manera de ejemplos de un pueblo que avanza hacia el abismo con los ojos abiertos, repitiendo sin cesar que “eso aquí no puede pasar”. Pero mirar hacia el pasado, si bien ayuda, no es lo que ahora deseamos hacer. Queremos enfocar el presente y dentro de su marco focalizar un solo caso, el de la España actual. Lo hacemos tanto por su innegable relevancia, así como por la patente intensidad de las señales que pueden y deben apreciarse, que muestran un peligroso avance en dirección a una crisis constitucional, unida a la extrema radicalización de los enfrentamientos y a la repetición de graves errores que se creían superados.

 

 

Por suerte, existen de igual modo palpables indicios de que los españoles constitucionalistas, los que comprenden la sabiduría de los arreglos políticos de la transición democrática y aspiran a que perduren, no se están engañando. Los enemigos abiertos de la libertad y la democracia, los socios del castrochavismo, los neocomunistas de Podemos y sus aliados mediáticos, están mostrando de manera harto evidente la verdadera naturaleza de sus intenciones. Su propósito es destruir la monarquía y con ella el actual sistema político, fragmentando la unidad de España y suscitando una convulsión generalizada.

 

 

Otros factores contribuyen al posible descenso al abismo, en especial la estudiada y zalamera ambigüedad del PSOE de Sánchez-Zapatero. Pero insistimos, el proyecto desestabilizador se manifiesta cada día con mayor evidencia, y empiezan también a suscitarse las reacciones ante el mismo. Pareciera que millones de españoles no van a tragarse el cuento de que “eso aquí no puede pasar”. Pareciera que la niebla que oculta la realidad y enturbia los ojos de la gente, va a disiparse gradualmente. Pareciera que no van a engañarse a sí mismos.

 

 

Esperamos no equivocarnos.

 

Editorial de El Nacional

 

Comparte esta noticia:

Contáctanos

Envíe sus comentarios, informaciones, preguntas, dudas y síguenos en nuestras redes sociales

Publicidad

Si desea obtener información acerca de
cómo publicar con nosotros puedes Escríbirnos

Nuestro Boletín de noticias

Suscríbase a nuestro boletín y le enviaremos por correo electrónico las últimas publicaciones.