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Escondido y de noche

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Escondido y de noche



Seguramente era la primera vez que entraba a un salón de clases o caminaba por los pasillos universitarios. Y fue con su vicepresidenta porque necesitaba a alguien que le sirviera de guía. Nada de lo que puede haber en la Ciudad Universitaria es conocido para él. Lo único que sabe es que su querido Chávez odiaba la Academia y por eso se ha propuesto terminar lo que su antecesor comenzó.

 

 

“Esto parece el retén de Catia”, dijo con el mayor desparpajo, como si se estuviera enterando esa noche de que la Universidad Central de Venezuela se cae a pedazos. Peor aún, fingiendo que nunca lo supo pretende hacer desaparecer toda su responsabilidad. El deterioro de las instalaciones de la principal casa de estudios del país es una de las obras más significativas del chavismo. Y como la UCV están todas las demás en todo el país.

 

 

Quizás haya que recordarle que el presupuesto para educación, y para ese bodrio que inventaron de ministerio universitario, lo deciden en su despacho y nunca ha sido suficiente. No es que los rectores y demás autoridades lo hayan mantenido en secreto. Año tras año se fue señalando la merma de recursos. Lo que pasa es que el que no sabe cómo funciona una casa de estudios poco puede entender para qué sirven los fondos que se le asignan.

 

 

Lo que sí saben es que mientras tengan el presupuesto adecuado pueden seguir siendo autónomas. Eso significa que pueden generar un pensamiento libre y pueden seguir cultivando la democracia. Y eso es uno de los mayores pecados que puede cometer cualquiera en este país bajo la batuta del chavismo. El discernimiento, el razonamiento, ya lo hemos dicho, es peor que un pecado capital.

 

 

Eso de los fondos para la educación universitaria lo conocía Chávez y por eso comenzó a recortarlos. Los académicos comenzaron a quejarse primero que no se podían mantener los servicios, luego las bibliotecas, después, la investigación. Fueron tan nobles los profesores universitarios que a pesar de toda esa humillación seguían trabajando. Hay miles que aún lo hacen con menos de 11 dólares mensuales de sueldo.

 

 

Pero no, a este presidente chavista (igual que su antecesor) lo que le interesa es ponerle mano a la universidad. Ahora con la excusa perfecta que ellos mismos causaron van a meterse con la infraestructura y ya se adelanta que de aquellos tesoros de Carlos Raúl Villanueva y de las obras de arte no quedarán sino emplastes y murales horrendos con la cara del difunto golpista de 1992.

 

 


Pero los universitarios han dado la batalla una y otra vez por el país. Seguramente están dispuestos a seguir defendiendo su alma mater. Y esperemos que así sea, pues es lo único que nos separa de la barbarie roja.

 

 

Editorial de El Nacional

 

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