Cuando todavía medios tan prestigiosos como El País, la BBC o The New York Times informan con sorna sobre la escasez de papel higiénico que pone en entredicho nuestra calidad de vida, Venezuela vuelve a ser objeto de atención por parte de la prensa internacional, esta vez por, llamémosla así, una “situación de insolvencia espiritual” que repercute directamente sobre la religiosidad de un pueblo fervoroso y militante de la fe católica.
El asunto fue revelado por la Comisión de Liturgia, Música y Arte Sagrado, Pastoral de Santuarios, Peregrinaciones y Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal Venezolana mediante un comunicado dirigido los obispos en el cual se informa que “Industrias Pomar, fabricantes del vino Ecclesia, que está autorizado en Venezuela para la celebración de la Eucaristía, no puede garantizar la producción constante y distribución regular por la falta de algunos insumos para embotellar dicho producto”. El mismo oficio se refiere también a la “dificultad de obtención de divisas por parte de los agentes importadores para traer vino de misa de otros países”.
Hilando fino, atando cabos y pensando mal se podría llegar a imaginar que esta crisis obedece a una actitud deliberadamente hostil del Gobierno frente a los católicos, pues a este anuncio anteceden ponzoñosas declaraciones del ministro de Interior (¡el mismo general que hace poco celebró que durante 24 horas no asesinaron a nadie en Caracas!) acusando a la Iglesia de ser “renuente” ante la inseguridad.
El Gobierno podría argüir, en su descargo, que la Iglesia es víctima de una conspiración gestada en El Vaticano con apoyo y beneplácito del “imperio”. Y, en atención a ello, recomendar a las autoridades eclesiásticas que utilicen para sus rituales cualesquiera de los caldos que todavía se consiguen en licorerías y supermercados.
Sucede, sin embargo, que (de acuerdo con la Enciclopedia Católica On Line) “para una consagración válida y lícita sólo debe usarse vinum de vite, esto es, zumo puro de la uva fermentado natural y adecuadamente”; y, como los vinos se adulteran con facilidad, se debe dar por sentado que la “forma más segura de conseguir un vino puro es comprarlo directamente a un fabricante que comprenda y respete concienzudamente la gran responsabilidad que implica la celebración del Santo Sacrificio”.
Si a la falta de provisión de vinum de vite sumamos la escasez de harina de trigo para la elaboración de hostias, vemos cómo los dos elementos esenciales para la celebración eucarística comienzan a brillar por su ausencia. Podemos entonces afirmar que los venezolanos comulgaremos con cada vez menos cuerpo y menos sangre de Cristo.
No se puede ser indiferente ante este déficit de Dios sin tener presente a Dante Alighieri y su advertencia: “Los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad”.
Editorial de El Nacional