La vida que llevamos hace que muchos suframos múltiples desórdenes de nuestros hábitos, tengamos estrés crónico con momentos de extrema ansiedad, falta de energía y un descuido de nuestro cuerpo. Y, lo peor de todo, la pérdida de interés por dedicarle más tiempo a buscar una alimentación consciente y saludable y a darnos más tiempo para la actividad física.
El tiempo -el gran mal del mundo moderno-, el sedentarismo, el acceso a las comidas rápidas y el consumo de bebidas saborizadas con exceso de azucares simples (muy dañinos porque aportan calorías huecas que dan energía que se agota rápidamente) y la constante repetición de una alimentación de mala calidad se suman a otros estimulantes como la cafeína, el tabaco, el alcohol, los almidones y las harinas -fuentes fáciles para recuperar energía, pero con gran costo porque dañan el metabolismo.
Por otra parte, la ingesta de grasas trans altera el equilibrio del metabolismo interno y el aumento del colesterol y de los triglicéridos, incrementa los riesgos de enfermedad cardiocirculatoria con aumento de la tensión arterial, aterosclerosis, infarto cardíaco y de accidentes cerebrovasculares.
Desde jóvenes, y debido a esto, presentamos estados de sobrepeso, obesidad y de prediabetes y, en promedio, se declara diabetes entre los 45-50 años, algo que complica la salud demasiado tempranamente.
Al tomar conciencia y darnos cuenta de que esto no es vivir la vida sino padecerla. Es el momento, entonces, de medir parámetros de desgaste orgánico por mal manejo del estrés y de crear nuevos hábitos saludables para prevenir este acelerado envejecimiento. Desde la medicina antiedad o anti-aging se pueden corregir las deficiencias orgánicas.
Es en ese mismo instante cuando desafiamos al destino: si nos corremos de este estado de “mal uso” de la salud, al que por ignorancia estamos ayudando a empeorar, podemos torcerlo.
Fuente: Entremujeres