Los pintauñas no son malos y pintarse tampoco. Por algo será que esta costumbre se remonta a los orígenes de la humanidad. Cleopatra lo hacía de rojo oscuro y Nefertiti prefería el tono rubí. También en la antiguas Grecia y Roma las mujeres lucían las uñas como símbolo de estatus social.
Ahora la situación ha cambiado, y el uso de pintauñas se extiende a toda la población sin diferencia de clases. Esto incluye desde señoras que pasan de los 80 a niñas que, inspirándose en Suri Cruise, lucen las manos de colores, o incluso embarazadas que ignoran la creencia popular que dice que pintarse las uñas es perjudicial para el feto. “Si hubiese que limitar su uso en niños pequeños sería por lógica, no por salud”, aclara la doctora Elena Tévar, de la Clínica Dermatológica Internacional.
Tampoco hay estudios 100% fiables sobre el peligro para las embarazadas: “La mayoría de los que recogen los efectos adversos que podrían tener en el feto están hechos en ratones, por lo que habría que tomarlos con cautela”.
La realidad actual es que solo un 6,6% de las mujeres presentan alergias a algunos de los componentes de los esmaltes. “No se manifiestan de manera específica como lesiones en las uñas, sino que aparecen en forma de eccema (dermatitis alérgica de contacto) en párpados, cuello o boca, por lo que son más difíciles de relacionar. Eso ocurre porque son zonas sensibles que nos tocamos más frecuentemente”, aclara la doctora Tévar.
Las uñas no sufren más por estar pintadas, e incluso puede llegar a ser beneficioso. Un informe de la Mayo Clinic de EEUU recoge que “aplicar esmalte transparente puede ayudar a mantener la humedad de las uñas”. El daño más frecuente es el cambio de color, sobre todo cuando se usan esmaltes oscuros. “La mayoría de estas lacas son muy agresivas y tienen sustancias químicas que van a ir pigmentando la uña y debilitándola”, explica la doctora Rosa Ortega. “Para evitarlo debemos hidratarlas bien y protegerlas con una base” que las impermeabiliza e impide que sean atravesadas por las sustancias más agresivas.
“Si las vemos más amarillas de lo normal, es bueno dejarlas descansar, no pintarlas durante días y hacer una hidratación con agua y limón”, recomienda Ortega. Para esta dermatóloga existe un aspecto clave para el bienestar de las uñas y que muchas veces olvidamos: “Es fundamental que el quitaesmalte no tenga acetona porque ésta quema y pigmenta la uña”.
PELIGRO EN EL CENTRO ESTÉTICO
Si para pintarse las uñas debemos seguir una serie de recomendaciones, también hay que hacerlo a la hora de escoger el sitio donde las pintamos. El baño de casa podría el lugar perfecto. Allí quedamos libres de cualquier riesgo derivado de la inhalación de esmaltes, un peligro al que se exponen a diario los trabajadores de esos centros estéticos que tanto vemos en películas y en los que tanto disfrutaban Carrie Bradshaw y sus amigas de Sexo en Nueva York.
Una investigación conjunta del Northern California Cancer Center y el Asian Health Services of Oakland alertaron en 2009 del riesgo que estas sustancias entrañaban para la salud de los empleados. Tanto es así que la Comisión de Salud Pública de Boston estableció en 2011 una regulación sobre este tema que incluía la ventilación de las, a menudo, pequeñas tiendas para evitar la exposición a las toxinas.
Las mujeres que están expuestas a las toxinas de los esmaltes de uñas durante periodos cortos no corren peligro en este sentido, aunque sí a otros niveles. Por eso Elena Tévar alerta de la necesidad de una buena elección: “En muchos centros no se cumplen las condiciones higiénicas necesarias con los instrumentos usados, y no se esteriliza el material entre cliente y cliente. De esta forma, es muy fácil que se contagien enfermedades como los hongos, transmitidos por contacto”.
CUIDADO CON LAS UÑAS POSTIZAS
Si cualquiera puede pintarse las uñas, no es tan recomendable el uso de uñas postizas. En el caso de las de porcelana, que comenzaron a usarse a mediados del siglo pasado, el problema está en las sustancias adherentes empleadas. “Son muy agresivas y es muy fácil que dañen la uña”, explica Ortega.
Ocurre en menor medida con las uñas de gel, aunque en este caso los expertos alertan de otros peligros. “Hay estudios recientes que demuestran que el uso de rayos UVA en las manicuras permanentes puede favorecer el aumento de cáncer”, apunta la dermatóloga Elena Tévar.
La Academia Estadounidense de Dermatología alertó de estos peligros en 2013. Según esta institución, el uso de estas lámparas ultravioletas puede asociarse con un mayor riesgo de cáncer de piel, aunque no hay estudios que lo demuestren. Por eso no debemos preocuparnos si utilizamos este recurso ocasionalmente, aunque sí habría que tener en cuenta que este sistema provoca que las uñas se hagan más finas, pierdan brillo y se rompan con facilidad. Además, enmascarar constantemente nuestras uñas con unas postizas podría impedir la detección de enfermedades más peligrosas. Al final y al cabo las uñas son un reflejo fiel de nuestro estado salud.
Fuente:huffingtonpost.es