¿Qué siente un niño que tiene que dejar su país, sus amigos, su casa y parte de su familia?
Entre los más de 5,6 millones de venezolanos que han salido de su país en los últimos años por la hiperinflación, la escasez, la violencia, la persecución, los salarios bajos y la falta de oportunidades, muchos son niños.
La ONG World Vision pidió a varios niños venezolanos que fotografiaran su nueva vida, y las imágenes se recogen en el fotolibro Habitar.
En BBC Mundo hablamos con dos de ellos para que también pusieran palabras y explicaran qué sienten tras haber abandonado Venezuela y empezado de nuevo con su familia en otro país.
Juan David, 11 años, Cúcuta (Colombia)
Yo vivía en Venezuela, en el estado Portuguesa. Era muy chévere porque tenía muchos amigos y con mi mamá era muy feliz.
Nos vinimos a Cúcuta hace dos años por la situación del país y cuando nos quitaron a mi hermana Bárbara. Los chicos eran muy malos y nos amenazaron y nos quitaron la casa y nos vinimos a Colombia.
[Su madre me cuenta, sin querer explicar demasiado delante del niño, que fue secuestrada y que le quitaron a una de sus hijas. Ella se marchó a Cúcuta primero con otra de sus hijas y más tarde fue a buscar a Juan David y a otros dos hijos]
Cuando se fue mi mamá me quedé muy triste porque era mi mamá y no la iba a ver.
Venezuela me gustaba, me la pasaba jugando con mis amigos a pelota, béisbol, fútbol y también me gustaba porque era un campo y comíamos mucha fruta. Nos la pasábamos de arriba para abajo con mi mami recogiendo fruta, buscando leña para cocinar y me encantaba mucho porque era como una novela.
[Juan David y su familia están en una vivienda muy pobre similar a la que habitaban en Venezuela. No pagan arriendo porque no está apta para vivir y no hay gas. Cocinan en un fogón, por lo que Juan David, como en Venezuela, debe ir a buscar leña]
El viaje a Cúcuta fue una noche en un autobús. Dormimos en el asiento, hacía mucho frío. Yo quería amanecer para ver llegar a Colombia, pero no lo logré y el sueño me venció.
Cúcuta es casi igual a Venezuela porque estamos en la frontera, es muy parecido.
Aquí es más fácil conseguir comida pero aquí los nombres de los dulces son diferentes a Venezuela.
Lo que más me gusta de Cúcuta es que se ve el deporte de fútbol y es muy similar y no estoy tan preocupado. Lo que me da mucha risa es que aquí a la bodega le dicen tienda.
Cuando mi mamá me decía que fuera para la bodega, yo preguntaba: «Buenas, ¿dónde queda la bodega? Y me decían: «No sabemos quées una bodega». Poco a poco fui aprendiendo cómo eran los idiomas aquí, la forma de hablar.
Extraño muchísimo a mis amigos y a mis familiares que dejé en Venezuela.
Gracias a mi mama nos va muy bien y no me costó mucho adaptarme.
[Su madre recoge botellas y tapas de plástico que luego vende a una recicladora. Con lo que gana, dice, tiene para el desayuno y el almuerzo, algo que sería imposible en Venezuela]
Yo siempre he querido ser el hombre de la casa. En Venezuela quería ayudar a mi mamá, trabajar, comprar la comida y ayudarla como si fuera un niño de 18-19 años, un adulto ya.
En la escuela me va muy bien, gracias a dios. Me encanta la matemática y le digo a la profe que me ponga matemática. Como en Venezuela era más importante el trabajo que los estudios, yo no sabía tanto y le dije a la profe de aquí que me enseñara a leer.
De mayor me gustaría ser abogado y a la vez psicólogo para ayudar a los niños que necesitan la ayuda de los adultos y para que vivan en una casa estable, apoyarlos y que no estén pasando tanto trabajo.
[Su madre es voluntaria en varias organizaciones que orientan a los migrantes venezolanos]
Ser abogado ha sido el sueño de toda mi vida: ayudar a las personas a que tengan sus derechos. Mi mamá me dice que tengo que estudiar y leer muchísimo. Para ser abogado hay que leer muchos artículos. Mi mamá me ayuda a aprender porque con mi abuela en Venezuela era trabajar, trabajar y trabajar.
A mí volver a Venezuela no me gustaría porque la situación está muy dura. No pienso ir porque si voy, vamos a repetir otra vez lo mismo.
Mucha gente se va. Es como si estuvieran abandonando Venezuela, como si Venezuela ya no existiera.
Valeria, 12 años. Manta (Ecuador)
Yo soy del Llano, del estado Cojedes y ahora estoy en Ecuador, en Manta, en la provincia de Manabí.
El viaje para llegar aquí fue de 5 días y fue una experiencia muy cálida porque era la primera vez que salía del país. Fue en agosto de 2019, recuerdo justico la fecha y no creo que se me vaya a olvidar, porque ahí fue cuando empezó mi aventura, el viaje.
Estaba entre triste y emocionada porque me dolió mucho dejar a mi abuela en Venezuela. Fue doloroso porque había dejado a mi familia atrás, pero también tenía alegría por ver a mi papá
Dos años antes de que yo viniera con mi mamá y mi hermano se vino acá mi papá.
Cuando mi papá se fue sí fue un poco doloroso porque fue el primero que se fue del núcleo familiar y ese día fue triste. Me acuerdo que mi abuela me dijo: «Hay que ser fuerte para que él sea fuerte».No podíamos llorar.
Nos marchamos de Venezuela por la situación del país. Ya no era como era antes: se iba la luz, se iba el agua… Una vez se fue la luz 5 días, y el gas iba y venía.
Mi papá y mi mamá hacían todo para que no nos faltara la comida, Cuando mi papá mandaba el dinero íbamos de una tienda a otra a conseguir todo lo más barato. Así hace mucha gente en Venezuela: se va uno y le manda dinero a los otros.
A mí me encantaba el Toddy, una cocoa lo llaman aquí. Es una bebida de chocolate y en el supermercado había mucho. Cuando se puso crítica la cosa, dejamos de comprar esas cosas, ya no tantos dulces. Me daba cuenta de los cambios cuando íbamos a comprar. Íbamos buscando las cosas más baratas de tiendita en tiendita, así hace todo el mundo: buscar lo más necesario y lo más barato.
De Ecuador lo que más me ha gustado es la playa, porque estamos en la zona de la costa.
Lo que más me llama la atención es la forma de hablar. Por ejemplo, en Venezuela es cambur, y aquí es guineo. Las cosas cambian mucho. Si son la misma cosa, ¡deberían tener el mismo nombre! Es como conocer un nuevo idioma.
Aquí nos han recibido bien, no ha habido la primera persona que nos discrimine por ser venezolana.
Ecuador ya se convirtió en un segundo hogar. Cuando sea grande voy a volver, pero de visita.
Claro que me gustaría volver a Venezuela a ver a mis amigos, a mi familia. Lo que más extraño es a mis amigos y familiares. Es difícil saber cuándo va a cambiar, puede que sea en un año, en cinco, quién sabe. Mi mejor amiga me dice: «Vale, ¿cuándo tú vienes?» Y yo: ¿cómo saber?
Es muy triste que la gente tenga que salir de Venezuela y que mi familia haya tenido que separarse. Yo tuve que dejar a mi abuela, a mis familiares atrás. Esa parte es triste y sería muy bueno que volvamos allá porque veo muchas tradiciones que son de allí y aunque las hemos imitado aquí, no es como hacerlas allí.
Por ejemplo las hallacas [una especie de tamal, plato típico de Navidad en Venezuela] En diciembre toda la familia se reunía en el patio de un tío que era grande. Y ahora como cada quien está en una parte del mundo pues no nos podemos reunir. Esas tradiciones como que se fueron deshaciendo y es triste, pero trato de ser positiva.
En los primeros días sí que me pegó bastante, pero si uno se pone a ver el lado triste, hace que la situación sea peor. Entonces trato de ver el lado más alegre.